miércoles, 18 de agosto de 2021

Un decreto de 1864

Las buenas noticias son en estos tiempos bastante escasas. También es posible que haya muchas, pero que los periódicos las eliminen del menú del día con el pretexto de que nadie se las come. Al parecer, a los lectores sólo les gustan las malas noticias; al menos eso es lo que nos dicen: que las malas noticias son las únicas que venden periódicos. En cualquier caso, he leído estos días una buena noticia que quiero comentar y compartir: el gobernador de Colorado, Jared Polis (del partido demócrata) revocó el decreto que uno de sus remotos predecesores, el gobernador John Evans (1814-1897), promulgó en 1864 abriendo la veda para, literalmente, perseguir, dar caza y destruir al cualquier nativo «hostil», adjetivo superfluo y del todo inútil como clarificación porque las naciones indias que poblaban entonces las grandes praderas americanas eran, a ojos de los colonos europeos que venían a apoderarse de sus tierras, todos hostiles y enemigos. Como los militares estaban en ese momento ocupados en matarse unos a otros en la Guerra Civil, el gobernador Evans publicó este decreto para autorizar a cualquier persona (blanca), a cualquier americanito de a pie (o de a caballo), de solera o recién llegado al país, a liquidar a cualquier indio apenas asomara la cabeza (en inglés, to shoot on sight, que es algo así como decir fusilar sobre la marcha). Se me podrá argumentar que en aquellos tiempos medidas de tal naturaleza eran necesarias para asegurar la paz en las poblaciones de los europeos que estaban llegando a la zona. Pero lo que quiero resaltar aquí es que la ley ha estado en vigor hasta ayer mismo, cuando por fin fue derogada por este señor Polis que es, cuando menos, pulido, políticamente hablando. ¿Cómo es posible que una ley así no se hubiera derogado antes? Es decir, la veda para matar al indio llevaba abierta desde hace 157 años, y nadie la había cerrado. De ahí lo de la buena noticia que decía al principio. Lo que demuestra dos cosas: la primera es que ese señor Evans del siglo XIX sigue teniendo herederos y herederas contemporáneos en el congreso, ahí están para demostrarlo las señoras Marjorie T. Green y Lauren Boebert, que son los más recientes y coloridos avatares de aquel señor Evans de las fotos en blanco y negro. La segunda es que esto fue, sencillamente, un latrocinio descarado y una rapiña, justificada con aquello de que había que eliminar la Barbarie para introducir la Civilización. (Si querían robar, pues que robaran, pero que al menos le llamaran al pan, pan, y al vino, vino.) Y yo aún añadiría una tercera: que en la historia de este país (y es posible que en la de todos los países), hay desde luego más canallas que gente buena. Son más los malos que hacen historia que los buenos. Tal vez es que con esto pasa lo mismo que con las noticias. Los malos venden. Los buenos, no. Los canallas imponen sus leyes. Le gente buena las sufre o las sobrelleva como puede. En esto, nada ha cambiado. Por fortuna, iniciativas como la del actual gobernador de Colorado dan alguna esperanza. Pero muy poca. 

martes, 17 de agosto de 2021

Guerras perdidas que jamás debieron comenzar

Tras veinte años de ocupación, el ejército de los Estados Unidos abandona Afganistán a su suerte, porque ya no puede seguir costeando de manera indefinida (tanto en recursos materiales como en vidas humanas) una guerra que nadie ha ganado nunca allí ni una misión que ya no sabe cuál es. Ha bastado el anuncio definitivo e inaplazable de la retirada, para que los talibanes, con quienes Trump había negociado los términos de la misma, envalentonados y sabiéndose ya vencedores desde el año pasado, hayan recuperado todo el país en pocos días. ¿Qué dejan los americanos allí? Un mar de cadáveres, tanto estadounidenses como afganos, muchos de ellos civiles, y montones de miles de millones de dólares que supuestamente iban a servir para reconstruir el país, formar un ejército afgano y establecer una democracia en esas tierras donde nunca la había habido antes. Todo ese tinglado carísimo se ha derrumbado como un castillo de naipes. La historia se repite. Los Estados Unidos ya no ganan guerras desde hace casi un siglo, América ya no está aquí para salvar el mundo. Eso sólo sucede en las películas. Lo que pasa es que la gente ha visto tantas que se lo ha acabado por creer. ¿Y qué vendrá a continuación? Pues me temo que nos esperan (ojalá me equivoque) escenas terribles de hombres, mujeres y niños asesinados, degollados, violados, o simplemente ahorcados, con sus bocas llenas de puñados de dólares. Habrá muchos que aplaudirán este escarmiento (las celebraciones ya han empezado en las redes sociales). El resto lo veremos con horror y desesperanza. Mi impresión, en cualquier caso, es que los americanos de a pie, en términos generales, ya están cansados de esta guerra, ya lo estaban desde hace años, y es posible que les dé igual lo que pase allí. Pero eso no mitiga en absoluto la chapuza que, en términos militares y logísticos, se está desarrollando estos días delante de nuestros ojos. ¿Es que no podrían haberse preparado mejor y con mayor antelación los planes de evacuación? ¿Es que Biden no se ha enterado todavía de que todo lo que toca Trump y sus secuaces se vuelve siempre una chapuza catastrófica? Las imágenes que nos llegan de Afganistán recuerdan bastante las de otras guerras perdidas por este país, especialmente la del Vietnam. No es necesario ser un pacifista, hasta los guerreros más arrogantes pueden tener un poco de sentido común y una mínima capacidad de raciocinio para entenderlo: si ya no puedes ganar guerras, ¿para qué las emprendes? Los Estados Unidos nunca debieron iniciar estas guerras en el Oriente Medio que no han traído más que destrucción, miseria y, sobre todo, mucho odio. La situación actual habla también de algo que los americanos se niegan a reconocer, a pesar de todas las señales inequívocas que así lo indican, y muy especialmente en estos últimos cuatro años y medio: la imparable decadencia de este país en todos los órdenes. Y esto es sólo el principio. 
 

domingo, 1 de agosto de 2021

¿A quién le importa un blog, uno?

Inicié este blog el 20 de enero de este año. ¿Por qué lo hice? La verdad: no tengo ni idea. Iniciar un blog en 2021 es como quien decide, después de mucho pensarlo, en hacer un largo viaje… a lomos de pollino. ¿Acaso no me he enterado de que los blogs ya no están de moda desde hace veinte años, de que ya nadie los lee o los busca? Ahora en lo que está la gente es en Facebook, en Instagram, en WhatsApp, en YouTube, en Snapchat, en TikTok. Así que uno entra en esta blogosfera como un astronauta flotando en la galaxia: las estrellas están a insalvable distancia, no digamos los planetas donde pueda haber vida. A estas alturas del siglo, a mí me parece que los blogueros son como esos astrónomos empeñados en descubrir vida extraterrestre, aunque sea a puro nivel microbiano, y planetas habitados, o al menos habitables, aunque sólo sea por tardígrados. En el caso de los blogueros, esos escurridizos, distantes planetas son los lectores. Hay pocos, están muy lejos, y es muy difícil llegar a ellos. Me recuerdan aquellos clientes de cuando yo era un vendedor de muebles en Málaga, por los que uno se partía la crisma, porque había otras tiendas y otros vendedores, y conseguir clientes era un trabajo sumamente competitivo que requería mucho arrojo, ingenio y habilidad. En mi caso, ahora, la necesidad es, mayoritariamente, otra, aunque no niego que no me vendría nada mal algún lector o lectora que echarme al coleto de vez en cuando. Pero no: he descubierto que un blog es una excelente forma de llevar un diario, sin casi tomarse uno la molestia de llevarlo. Se puede meter de todo en él: fotos, recortes, enlaces, etc., sin que al abrirlo se te desparrame todo por el suelo. Y, además, como quiera que en ese cósmico vacío de la blogosfera el anonimato y la indiferencia están totalmente garantizados, una bitácora electrónica puede ser tan secreta o tan íntima como uno quiera, igual que esos cuadernos que venden con cerraduras y candaditos de protección para preservar el secreto de lo escrito. En fin, tengo el pálpito de que un blog puede obligarme a escribir, y en ello estoy. Sobre todo, porque mantiene el espejismo de que alguien nos escucha, o al menos puede llegar a escucharnos, igual que esos radiotelescopios que lanzan sin descanso señales al espacio. Tal vez un día de estos nos despertemos con la noticia de que se ha hallado vida extraterrestre, o de que se ha descubierto un planeta habitado, o por lo menos habitable, a millones de años luz de la tierra.

viernes, 23 de julio de 2021

Germain Nouveau y Demis Roussos

Son muchos los poetas franceses del siglo XIX que me fascinan, pero uno no sabe por qué en un momento de la vida uno se hermana para siempre con alguno en especial. Igual que hay ciudades que se hermanan, hay lectores y autores que se hermanan también. A mí me ocurrió con el poeta Germain Nouveau (1851-1920). Tuve la epifanía una tarde, en el pueblo donde nací y me criaron, Xinzo de Limia, escuchando en la gramola de una cafetería una canción de Demis Roussos. Era esto en 1977. Tenía 17 años. Claro que también estaba hasta el culo de anfetaminas. Hasta el culo del cerebro. Acababa de descubrir a Germain Nouveau, y estaba con mi amigo Milo, a quien había ido a visitar aquel día. Él me prestó un libro en portugués, que todavía conservo, sobre la lírica de los cancioneros gallego-portugueses medievales. A cambio, yo le presté una traducción de Los pasos perdidos, de André Breton (andando el tiempo, llegaría a conocer en Valencia al traductor de ese libro, el poeta Miguel Veyrat, pero esa es otra historia). Allí se citaban unos fragmentos de Nouveau que me parecieron de una belleza centelleante, y su nombre se mencionaba en muchas páginas. Como digo, yo me quedé con su libro y Milo se quedó con el mío. Se ve que nuestros préstamos eran de carácter vitalicio. Por esos días también había leído las traducciones de Nouveau que incluyó Manuel Álvarez Ortega en su antología Poesía simbolista francesa (Madrid: Editora Nacional, 1975). Algunos de aquellos versos los llevaba todavía en la memoria como si fueran un puñado de céntimos de fuego en el bolsillo. Al anochecer fuimos a una cafetería del pueblo a la que yo raramente iba, y que si no recuerdo mal estaba por la rúa do Toural. Milo vivía cerca de allí en una calle perpendicular a ésta, la rúa Jesús Carlos Romero Nieto. Pero la verdad es que el pueblo era tan pequeño que decir que estaba cerca es poco decir, porque nadie estaba lejos de nadie ni de nada. Encontramos el bar completamente vacío a esa hora. Pedimos unas tazas de vino y mientras nos las servían me acerqué a la vistosa gramola que tenían allí. Mis gustos musicales habían cambiado drásticamente para entonces. Hacía mucho que no escuchaba a Demis Roussos, como no fuera interpretado por cantantes más o menos competentes en las verbenas de la región. En nuestro afán de malditismo ya no entraban sus edulcoradas canciones de amor. Pero aquel día vi en la gramola el último bombazo del cantante, una canción titulada Morir al lado de mi amor y metí los cinco duros por la ranura del aparato para que la tocara. Fue así como se produjo la epifanía. Las anfetaminas te sumergen, sobre todo al principio, como en una placenta, como flotando en una burbuja de líquido amniótico en el que te vas elevando. Luego viene la caída, pero yo estaba justo al principio, cuando todo a tu alrededor se reviste de una claridad placentera y ves, ves con la misma claridad que lo vio Jesucristo, que todo es amor y claridad en este mundo, que todo puede ser perfecto, como si todo estuviera atravesado por una luz sobrenatural. Aquella mezcla de anfetaminas, de la voz prodigiosa de Roussos en el bello comienzo de esa canción en español (que a mi juicio suena muchísimo mejor que la versión inglesa original), junto con el recuerdo de los versos que había leído de Nouveau, y la huella visual que había dejado en mi cabeza la breve nota biográfica de Manuel Álvarez Ortega, formaron como un cóctel explosivo: había leído la breve biografía que acompaña esos poemas, pero aún no había acabado de asimilarla. Las imágenes que aquellas pocas frases habían desencadenado en mi mente se me habían quedado impresas en la mente y ahora brillaban, gracias a las anfetaminas, como cicatrices de fuego. Era como si estuviera viendo las huellas incandescentes que Germain Nouveau había dejado al pasar por este mundo. Las cosas que son importantes para uno, las que marcan jalones en la vida de una persona, suenan ridículas en la vida de otra. Lo que es trascendente para mí, a otro lo haría prorrumpir en carcajadas. Así es la vida. Yo aquel día me hermané con Nouveau para siempre.

miércoles, 21 de julio de 2021

El despacho de un despechado

 TRUMP, BLOGUERO

Hace unas cuantas semanas leía en las páginas de los periódicos digitales que el blog de Trump ha sido cerrado. Se titulaba «From the Desk of Donald J. Trump» y parece que no tuvo el éxito que sus organizadores esperaban. Claro. No me extraña. Es que el título mismo era un despropósito. «Desk» es el escritorio o el despacho donde se supone que uno trabaja, pero Trump no ha pegado un palo al agua en toda su vida. ¿Para qué? ¿Para qué lo va a dar él cuando tiene a tantos que lo den por él?  El despacho de Trump, en su caso, significa la mesa donde tiene el teléfono, que es lo único que él necesita para trabajar: dar órdenes, insultar a los que desprecia (la mitad de los estadounidenses, esa media América que no vota por él), amenazar, extorsionar, y gestionar la eliminación política (de momento política) de sus oponentes o críticos. Pero este blog de «Desde el despacho...» era el despacho de su despecho. El problema es que un blog no se puede llevar con un teléfono. Un blog requiere que escribas, que pienses, que leas, que son actividades por completo refractarias al trumpismo. Trump jamás ha usado su escritorio para escribir. Todo lo más para firmar a rotulador los decretos con los que iba demoliendo el trabajo de su predecesor y convirtiendo a los Estados Unidos en la última república bananera que quedaba por crear en este continente.


COMO LAS OLAS DEL MAR

Como decía el otro día, los canallas van y vuelven, como las olas del mar. Por uno que se va, otro que vuelve. Ayer le tocaba el turno de irse a Tom Barrack, consejero de Trump cuando éste llevaba la Casa Blanca como si fuera su propio cortijo. La policía federal lo arrestó ayer por ser (supuestamente) un agente encubierto a sueldo de los Emiratos Árabes Unidos para cabildear en Washington, con acceso directo a la oreja del ex-presidente... El canalla que vuelve es el senador republicano Rand Paul, de quien no habíamos tenido muchas noticias en los últimos tiempos. Ayer acusó al Dr. Fauci de haber mentido ante el Congreso, lo cual es un delito grave... que el propio senador no parece considerar importante cuando se trata de las mentiras que él mismo cuenta sin ninguna sombra de vergüenza, de las de algunos miembros de su partido o de las mentiras del ex-presidente Trump, que miente más que habla, y que miente con tanta naturalidad que a veces hasta parece que miente cuando no miente. Por supuesto, Fauci le dijo que él, Rand Paul, era el mentiroso. Debió añadir ese refrán español que dice, y dice muy bien: «Cree el ladrón que todos son de su condición». Pero creo que en inglés no hay ningún proverbio que tenga la misma fuerza y eficacia del nuestro. 

 

martes, 20 de julio de 2021

El tiovivo espacial

LA SEGUNDA CARRERA ESPACIAL HA COMENZADO... Y ES UNA ATRACCIÓN DE FERIA PARA SÚPER-RICOS

Mientras los estados de Oregon y California arden por los cuatro costados en incontrolables incendios forestales que lo están arrasando todo, Jeff Bezos, el hombre más rico del planeta, se ha dado esta mañana un chupinazo de cinco minutos hasta la termosfera, por encima de la línea de Kármán (es decir, a una altura de más de 100 kilómetros sobre el nivel del mar), haciéndose un hueco en la nueva carrera espacial que tres súper-multimillonarios americanos están llevando a cabo en estas primeras décadas del siglo XXI. El primero en pasearse unos minutos por esas alturas fue, hace sólo unos pocos días, Richard Branson, el dueño de Virgin Galactic, aunque en este caso, los viajeros no superaron la línea de Kármán. El otro súper-multimillonario, Elon Musk, se reserva para Marte, un planeta del que se ha propuesto, andando el tiempo, hacer su nueva residencia gracias a ese proceso llamado de «terraformación», sea lo que sea dicho proceso. Bueno, ¿y qué?, dirá alguien. Los astronautas han estado yendo y viniendo de la Estación Espacial Internacional y nadie le para bola al asunto. Pues la novedad está aquí en el hecho de que en este caso se trata de una iniciativa privada, y no de los programas espaciales de los diferentes gobiernos financiados con el presupuesto nacional, es decir, con fondos públicos. Estos tíos van al espacio con su propio dinero. O quizás no con su propio dinero, sino con el de algunos clientes que están dispuestos a pagar bien caro un asiento en la cápsula o la nave espacial. Se sabe que uno de los viajeros-astronautas (aunque al final decidió posponer el viaje para otra ocasión debido a problemas de agenda) pagó un ticket de 28 millones de dólares por subirse al cohete. Como se ve, esta nueva carrera espacial promete ser muy lucrativa. Tal vez por eso haya que reconocerles a estos dos empresarios las agallas que han mostrado al subirse por primera vez a estos vuelos espaciales y regresar íntegros de la prueba sin un rasguño. ¿Cómo convencer a los clientes de la extraordinaria seguridad del viaje si no es subiéndose ellos mismos en esta novedosísima y carísima atracción de feria que acaban de montar? Además, han demostrado que no se necesita ningún complejo adiestramiento astronáutico. Cualquiera puede subirse y disfrutarlo. Sólo hay que ponerse un mono azul y apretarse el cinturón. Nada más fácil. Cualquiera que pueda pagarlo, claro. Los súper-ricos, y puede que muy pronto los no tan súper-ricos, podrán desde ahora subirse a los ingenios para darse el chupinazo de sus vidas, flotar unos minutos en gravedad cero, y contemplar desde esa altura el espectáculo impresionante del globo terráqueo flotando como una gran canica de cristal azul en medio de la oscuridad del universo (claro que a cien kilómetros sólo, la canica es más bien un canicón). Desde luego, yo les aconsejaría a todos los terraplanistas que se dieran ese garbeo por el espacio, a ver si al fin se enteran de que la tierra es una esfera. Pero yo creo que ni con esas. El evento, que duró diez minutos en total, fue de una precisión milimétrica, lo que muestra la eficiencia tecnológica del mundo moderno. Tanto el cohete como la cápsula se volvieron a posar en tierra con toda suavidad y volverán a seguir subiendo y bajando con la misma precisión en ocasiones futuras. Lástima que a nadie se le haya ocurrido poner esa eficiencia y esa precisión, y los mismos recursos, determinación y entusiasmo, en favor de cosas más urgentes, como evitar esos incendios que están carbonizando los milenarios bosques del noroeste americano con toda la fauna y la flora que los puebla, que esos sí que ya no volverán. Pero, claro, cuidar de lo que tenemos es aburrido y tedioso. Lo público no le interesa a nadie. Los bosques ya están muy vistos y no son negocio. Los chupinazos al espacio son lo divertido. La fiesta, que no pare.

domingo, 4 de julio de 2021

El gran garaje del mundo

BOLSONARO AVISA, Y EL QUE AVISA NO ES TRAIDOR

Leo en la prensa que Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil, ha aclarado que no entregará la presidencia del país si hay fraude en las elecciones. ¿Y cómo se detectará el fraude en las elecciones? Muy fácil: si las ganan los otros.

 

LA CULPA DE TODO LA TIENE EL SOCIALISMO

Leo en la prensa digital (Slate: «The Dream of Florida is Dead») una entrevista de Mary Harris a Danny Rivero, un reportero de una estación de radio de Miami, la WLRN, uno de los primeros en llegar al lugar de la catástrofe en Surfside, donde un edificio de apartamentos se derrumbó, con sus ocupantes durmiendo plácidamente dentro, en la madrugada del jueves 24 de junio, aplastándolos a todos. Según Danny Rivero, la culpa del colapso es del socialismo: «Piense usted en las comunidades de vecinos como socialismo a pequeña escala. Todos tienen la propiedad de una parte de la cosa. Toman decisiones sobre ello. Tienen una junta directiva, que es algo así como el Politburó. No; de verdad, es socialismo. Y el tema con el socialismo es que cuando uno posee colectivamente algo, uno tiene que tomar decisiones sobre ello colectivamente. Pues bien, algunas de esas decisiones van a ser bastante difíciles.» Vamos, yo creía que Florida era un estado gobernado por los republicanos. Muy podrido y dividido tiene que estar este país para que alguien aproveche una catástrofe como ésta e insinúe que la culpa la tiene el socialismo. La cosa me recuerda mucho a los socialistas en España, que tenían siempre un culpable para todo: José María Aznar. Que yo sepa, en Cuba no se ha desplomado ningún edificio con sus ocupantes dentro, y eso que los edificios de La Habana están decrépitos, pues llevan sin hacer mantenimiento desde 1959.

 

CANALLAS QUE VAN Y VIENEN

Como las olas del mar, por un canalla que se va, otro que viene. En efecto, el martes pasado, Donald Rumsfeld, el Ministro de Defensa de los Estados Unidos durante la administración Bush, dejó de infamar al mundo con su presencia. Al día siguiente, sin embargo, Bill Cosby fue liberado de la prisión donde cumplía sentencia por una de sus muchas agresiones sexuales. El Tribunal Supremo del estado de Pennsylvania había revocado la condena por un tecnicismo relacionado con esa manía que tienen aquí los fiscales de hacer tratos con los delincuentes.

  

EL CUENTO DE LA RANA

La ola de calor que barrió los estados de Washington y Oregon, en Estados Unidos, y la provincia de British Columbia en Canadá, donde nunca jamás se habían producido temperaturas de 50° Celsius, ha sido casi como un aldabonazo en las conciencias, quizás incluso en las de algunos negacionistas recalcitrantes del efecto de la industrialización y en general de la actividad humana en el deterioro de la Naturaleza. Por desgracia, esto es sólo el comienzo. Además, no creo que sirva de mucho. En cuanto pase el verano, ya se habrán olvidado del asunto. Lo que me recuerda el cuento de la rana sumergida en el agua de una olla puesta a calentar, que se va acostumbrando al calor creciente del líquido elemento y cuando le preguntan cómo se siente, dice «¡Como siempre! Aquí no pasa nada.» Business as usual, como dicen en inglés. Cuando el agua empiece a hervir, ya será tarde para dar el salto y salir de la olla. Leo que en Florida la respuesta ante la imparable subida del nivel del mar debido al calentamiento global es tratar el asunto con medidas paliativas muy costosas y, sobre todo, poco eficientes ante la realidad de una tierra porosa impregnada de agua salada que ya se ha colado por los sistemas de agua corriente y del alcantarillado. Pero el mercado se adapta rápido en una sociedad donde el que no corre es porque vuela. El proceso de gentrification ya ha empezado hace años. La idea es desalojar a los inquilinos de las más modestas viviendas de tierra adentro, para especular con ellas ante la crisis residencial que se avecina en la península debido al fenómeno.

Foto de Joseph Kellner en Unsplash

Lo triste es que todo esto se podría haber prevenido desde hace décadas (por poco más de 500 votos en el estado de la Florida perdió Al Gore, firme defensor del medio ambiente que competía con un programa fuertemente ecologista, las cruciales elecciones de 2000). Ahora ya no podemos ni evitar ni erradicar la enfermedad. Estamos condenados a paliar los síntomas, como a esos enfermos terminales a los que se les alivia el sufrimiento con pastillas e inyecciones.

 

EL GRAN GARAJE DEL MUNDO

A los negacionistas hay que convencerlos a base de metáforas diáfanas y explicaciones sencillas porque estas personas rechazan el pensamiento complejo. Yo les propongo la metáfora del garaje: Todo el mundo sabe que, si enciende su vehículo en un garaje cerrado y lo deja encendido, corre el riesgo de morir por el monóxido de carbono que emite la combustión de la gasolina (aunque no es la primera vez que ocurre que hasta una familia entera pierde la vida así por pura ignorancia del asunto). La atmósfera que rodea al planeta es como ese garaje. Un garaje muy grande, pero garaje, a fin de cuentas, y cerrado a cal y canto (ni lo podemos abrir ni salir de él, como no sea en una cápsula espacial). Estamos llenando ese garaje con las emisiones de monóxido de nuestros coches, de nuestras fábricas, de nuestros desperdicios. La atmósfera del planeta me recuerda mucho a esos garajes americanos que se usan más como cuarto de los trastos que como garajes, porque están llenos de maquinaria, de enseres, de cachivaches y de basura hasta el techo.

 

jueves, 4 de febrero de 2021

El estropicio de América

Uno se pregunta cuándo de verdad se jodió este país. ¿Se jodió en estos últimos cuatro años o el mal viene de muy atrás? Yo diría que se trata de una combinación de las dos cosas. El mal viene de lejos, pero durante estos cuatro años pasados ha podido visualizarse con toda claridad la dimensión del estropicio. Siempre es difícil establecer un punto específico en el tiempo para indicar la falla, la quiebra, la brecha que marca el del fin de algo que era y el principio de lo que ese algo va a ser en lo sucesivo. Yo diría que la primera década del nuevo milenio marca con claridad ese cambio: el ataque a las Torres Gemelas, las estúpidas y ruinosas guerras que los republicanos organizaron en el Oriente Medio, y el comienzo de la Gran Recesión, también bajo un gobierno republicano, marcan el momento del hundimiento. Pero las cosas venían deteriorándose desde hacía mucho tiempo, con la desregulación bancaria, las quiebras del sistema educativo y judicial, y la corrupción del sistema político, en manos de las grandes corporaciones económicas. ¿Pero cómo que se jodió, tío? ¿De qué carajo estás hablando? Estados Unidos sigue siendo el país más poderoso del mundo, tanto económica como militarmente. Así que, no nos vengas con la cantinela de que el país se jodió. Todo lo contrario. Bueno, tal vez tengan razón los que eso piensen, pero, hombre, algo ha tenido que joderse en este país para que se quiera pasar pronto la página del golpe de estado fallido que se intentó el mes pasado, como si aquí no hubiera pasado nada, como si la cosa no revistiera importancia ninguna, para que la gente exija la destitución de los senadores que se atreven a exigir responsabilidades a quien corresponde exigírselas. 

miércoles, 3 de febrero de 2021

El cáncer que acabará con América

Todo parece indicar que los senadores republicanos volverán a perdonar a Trump. Esta vez el perdón le será otorgado por el intento de golpe de estado del 6 de enero pasado. Esto parece de risa, pero empezaron por perdonarle una mentira, por mirar para otro lado cuando apareció el video en que declaraba que un hombre como él a las mujeres las agarraba directamente del chocho, si se me permite la expresión, y ahora van a perdonarle la mortífera insurrección de principios de enero. Lo que empezó con una mentira, terminó con un intento de golpe de estado del que América se ha salvado de milagro, al menos de momento (y quién sabe hasta cuándo). Los legisladores republicanos se echaron las manos a la cabeza el primer día, pero enseguida empezaron a templar gaitas. Se dieron cuenta pronto de que la base trumpista, esos más de setenta millones de americanos que le votan a Trump llueva, truene o relampaguee, seguía tan fiel como siempre a su jefe de filas, y que éste puede lanzar a esa turba contra ellos, tanto literal como figuradamente. Las carreras políticas, y las carteras también, están en juego. Dentro del Partido Republicano, la indecencia, la avilantez y, para decirlo todo, la cobardía, han llegado ya a tales niveles que, lejos de pedirle cuentas al anterior presidente e inhabilitarlo, lo que están tratando es de inhabilitar a Liz Cheney y a los otros nueve colegas que se han atrevido a votar a favor de la reprobación de Trump por su golpe de estado fallido. La razón parece clara. Los republicanos sólo tienen dos alternativas delante: o limpiar el partido y extirpar el cáncer del trumpismo, o rendirse definitivamente a él. La metástatis ha invadido todo el tejido republicano. Extirpar ese cáncer, supondría su muerte política. No podrían ganar ninguna elección en el futuro avizorable. De hecho, ya no podrán volver a ganar de forma honesta, sin trampas. Esto es como las drogas. Entregaron el alma, o la vendieron por unos millones de votos, y ahora siguen necesitando las mentiras, la supresión del voto, y las teorías conspiratorias más delirantes para volver a ganar. El trumpismo no se va: la metástasis de esta política corrupta ha alcanzado también a la entera sociedad americana. Trump es el Hugo Chávez de América. Le bastaron cuatro años para convertir a los Estados Unidos en una república bananera. 


miércoles, 20 de enero de 2021

El inquilino se va

Donald Trump abandona por fin la Casa Blanca. Quería estrenar este blog celebrándolo, pero la verdad es que el mal ya está hecho. América está dividida y rota. Vamos, que ahora mismo no la conoce ni la madre que la parió. Su democracia quedó muy mal herida el 6 de enero pasado, con el fallido intento de golpe dado por el presidente saliente como último recurso para mantenerse en el poder. Parece difícil que Estados Unidos de América pueda salir con bien de ésta: la herida es mortal. ¿Cómo va a poder recuperarse del descrédito sufrido si ni siquiera hay unanimidad entre los políticos a la hora de condenar y exigir responsabilidades por esta intentona golpista orquestada por Trump y sus secuaces? Es la primera en toda la historia de los Estados Unidos, y todavía no nos la acabamos de creer. Es como si no diésemos crédito a lo que vimos con nuestros propios ojos, quizás por lo impensable que era hasta ayer mismo. ¿Qué legado nos deja el que ya pronto será ex-presidente? Más de 400.000 muertos por la pandemia, a los que jamás dedicó una sola palabra, y a quienes engañó diciendo que la pandemia era un bulo, o que era inofensiva, o que desaparecería como por arte de birlibirloque, incapaz de ponerse al frente de la nave del entero país en estas circunstancias extraordinarias y de llevarla a buen puerto. Deja también una economía en ruinas. (La verdad es que esto ya viene siendo el denominador común de casi todas las presidencias republicanas. En las mayores catástrofes financieras que ha sufrido este país siempre encontramos a un presidente republicano: 1929, 1987, 2008, 2020). Deja también una América enfrentada consigo misma, presa de una de las peores crisis de identidad desde la Guerra Civil de 1861-65. Es el principal producto de esa deplorable cosecha que ha generado su persistente siembra de odio. Una América sin prestigio, que él ha conseguido, en solo cuatro años, transformar en una república bananera, en un país del tercer mundo. Nos deja también cientos de niños enjaulados en la frontera y separados por la fuerza de sus familias. Nos deja, sobre todo, como decía al principio, el primer intento de golpe de estado de toda la historia de este país. Sospecho que el único legado que Trump quería dejar era la completa destrucción del legado de su predecesor, el ex-presidente Obama. Lo gobernaban por dentro el odio y la venganza, y el resultado ha sido la catástrofe. Trump, como han dicho algunos, es ciertamente un síntoma de los problemas que tiene este país (sobre todo, a mi juicio, la decadencia y las desigualdades de sus sistemas educativo y sanitario). Pero si es un síntoma, es también la enfermedad. Trump ha sido un tumor, un cáncer mortífero que ha llevado al país al borde del colapso. La metástasis ha alcanzado a todas las áreas vitales del cuerpo socio-político y económico, y ha estado a punto de producir la muerte de América. Los votantes han conseguido extirparlo, pero con muchísimas dificultades, y no sabemos si el paciente conseguirá sobrevivir o no. No está todavía fuera de peligro. Trump llegó a la presidencia mintiendo y no ha dejado de contar mentiras en estos cuatro años. Hoy mismo su televisada alocución de despedida ha sido su penúltima (es posible que mañana diga alguna más) mentira como presidente. Es fácil distinguir cuándo lee lo que le escriben o cuándo es él el que realmente dice lo que dice. Basta ver uno de sus mítines políticos y compararlos con estos videos donde se le ve con los ojos enfocados en el teleprompter. Su voz era la suya, pero el mensaje era de otros, y todo cuanto ha dicho en esa alocución como resumen de su presidencia es una negación exhaustiva de todo cuanto en realidad ha hecho (o más bien deshecho) durante esa misma presidencia que ya se queda inscrita desde ahora en las antologías  de la infamia. Trump me recuerda a esos inquilinos que se niegan a abandonar la vivienda cuando finaliza el contrato y acuden a los tribunales y le arman un escándalo al propietario para ver si así lo intimidan, y cuando no consiguen amilanarlo acuden a las vituperios y las amenazas, y cuando finalmente han agotado todos los recursos y las artimañas de que son capaces, y se ven finalmente obligados a desalojar la vivienda, deciden vengarse rompiéndolo todo: destruyen los cristales de las ventanas, arrasan el mobiliario, levantan las baldosas del suelo y los azulejos de las paredes, arrancan las puertas de sus quicios y los grifos de los cuartos de baño, y dejan en el centro de salón una montaña de cascotes y de basura.