BOLSONARO AVISA, Y EL QUE AVISA NO ES TRAIDOR
Leo en la prensa que Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil, ha aclarado que no entregará la presidencia del país si hay fraude en las elecciones. ¿Y cómo se detectará el fraude en las elecciones? Muy fácil: si las ganan los otros.
LA CULPA DE TODO LA TIENE EL SOCIALISMO
Leo en la prensa digital (Slate: «The Dream of Florida is Dead») una entrevista de Mary Harris a Danny Rivero, un reportero de una estación de radio de Miami, la WLRN, uno de los primeros en llegar al lugar de la catástrofe en Surfside, donde un edificio de apartamentos se derrumbó, con sus ocupantes durmiendo plácidamente dentro, en la madrugada del jueves 24 de junio, aplastándolos a todos. Según Danny Rivero, la culpa del colapso es del socialismo: «Piense usted en las comunidades de vecinos como socialismo a pequeña escala. Todos tienen la propiedad de una parte de la cosa. Toman decisiones sobre ello. Tienen una junta directiva, que es algo así como el Politburó. No; de verdad, es socialismo. Y el tema con el socialismo es que cuando uno posee colectivamente algo, uno tiene que tomar decisiones sobre ello colectivamente. Pues bien, algunas de esas decisiones van a ser bastante difíciles.» Vamos, yo creía que Florida era un estado gobernado por los republicanos. Muy podrido y dividido tiene que estar este país para que alguien aproveche una catástrofe como ésta e insinúe que la culpa la tiene el socialismo. La cosa me recuerda mucho a los socialistas en España, que tenían siempre un culpable para todo: José María Aznar. Que yo sepa, en Cuba no se ha desplomado ningún edificio con sus ocupantes dentro, y eso que los edificios de La Habana están decrépitos, pues llevan sin hacer mantenimiento desde 1959.
CANALLAS QUE VAN
Y VIENEN
Como las olas del
mar, por un canalla que se va, otro que viene. En efecto, el martes pasado, Donald
Rumsfeld, el Ministro de Defensa de los Estados Unidos durante la
administración Bush, dejó de infamar al mundo con su presencia. Al día
siguiente, sin embargo, Bill Cosby fue liberado de la prisión donde cumplía sentencia
por una de sus muchas agresiones sexuales. El Tribunal Supremo del estado de
Pennsylvania había revocado la condena por un tecnicismo relacionado con esa
manía que tienen aquí los fiscales de hacer tratos con los delincuentes.
EL CUENTO DE LA
RANA
La ola de calor que barrió los estados de Washington y Oregon, en Estados Unidos, y la provincia de British Columbia en Canadá, donde nunca jamás se habían producido temperaturas de 50° Celsius, ha sido casi como un aldabonazo en las conciencias, quizás incluso en las de algunos negacionistas recalcitrantes del efecto de la industrialización y en general de la actividad humana en el deterioro de la Naturaleza. Por desgracia, esto es sólo el comienzo. Además, no creo que sirva de mucho. En cuanto pase el verano, ya se habrán olvidado del asunto. Lo que me recuerda el cuento de la rana sumergida en el agua de una olla puesta a calentar, que se va acostumbrando al calor creciente del líquido elemento y cuando le preguntan cómo se siente, dice «¡Como siempre! Aquí no pasa nada.» Business as usual, como dicen en inglés. Cuando el agua empiece a hervir, ya será tarde para dar el salto y salir de la olla. Leo que en Florida la respuesta ante la imparable subida del nivel del mar debido al calentamiento global es tratar el asunto con medidas paliativas muy costosas y, sobre todo, poco eficientes ante la realidad de una tierra porosa impregnada de agua salada que ya se ha colado por los sistemas de agua corriente y del alcantarillado. Pero el mercado se adapta rápido en una sociedad donde el que no corre es porque vuela. El proceso de gentrification ya ha empezado hace años. La idea es desalojar a los inquilinos de las más modestas viviendas de tierra adentro, para especular con ellas ante la crisis residencial que se avecina en la península debido al fenómeno.
![]() |
| Foto de Joseph Kellner en Unsplash |
Lo triste es que
todo esto se podría haber prevenido desde hace décadas (por poco más de 500
votos en el estado de la Florida perdió Al Gore, firme defensor del medio ambiente
que competía con un programa fuertemente ecologista, las cruciales elecciones
de 2000). Ahora ya no podemos ni evitar ni erradicar la enfermedad. Estamos
condenados a paliar los síntomas, como a esos enfermos terminales a los que se
les alivia el sufrimiento con pastillas e inyecciones.
EL GRAN GARAJE
DEL MUNDO
A los negacionistas hay que convencerlos a base de metáforas diáfanas y explicaciones sencillas porque estas personas rechazan el pensamiento complejo. Yo les propongo la metáfora del garaje: Todo el mundo sabe que, si enciende su vehículo en un garaje cerrado y lo deja encendido, corre el riesgo de morir por el monóxido de carbono que emite la combustión de la gasolina (aunque no es la primera vez que ocurre que hasta una familia entera pierde la vida así por pura ignorancia del asunto). La atmósfera que rodea al planeta es como ese garaje. Un garaje muy grande, pero garaje, a fin de cuentas, y cerrado a cal y canto (ni lo podemos abrir ni salir de él, como no sea en una cápsula espacial). Estamos llenando ese garaje con las emisiones de monóxido de nuestros coches, de nuestras fábricas, de nuestros desperdicios. La atmósfera del planeta me recuerda mucho a esos garajes americanos que se usan más como cuarto de los trastos que como garajes, porque están llenos de maquinaria, de enseres, de cachivaches y de basura hasta el techo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe aquí tu comentario