Milton pedía que el poeta fuera él mismo un poema (véase el pasaje en prosa titulado «A True Poem»). Tal vez nadie haya logrado llevar a cabo esta aspiración con tan alto grado de perfección como el poeta francés Germain Nouveau. Hacer de la vida de uno un poema es quizás el mejor logro que un poeta puede esperar del cultivo de una pasión que en realidad no sirve para nada en el mundo en que vivimos, salvo para conocerse y conocer el mundo y aprender a morir. Quizá eso es lo que le ha permitido a Germain Nouveau un puesto —indudablemente modesto, pero único— en la literatura universal y la perduración de su obra, contra todo pronóstico. Una obra hecha de impresiones y de vislumbres que no parecen dotadas de la suficiente entidad como para resistir el agresivo vendaval de la historia, pero que ahí siguen. Eso y su amistad personal con Paul Verlaine y Arthur Rimbaud. Tres destinos que yo considero como los más emblemáticos del simbolismo. Quizás, incluso, los más emblemáticos de un siglo desbordante de magnífica poesía. Tres destinos basados en la renuncia: a lo mejor de sí mismo, en el caso de Verlaine; a la literatura, en el de Rimbaud; y a la sociedad, en el de Nouveau, quien renunció también a la literatura e intentó destruir por todos los medios sus poemarios.
Desde la salida, a finales de 2015 (hace
ya la friolera de diez años) de mi traducción de Saber amar, muchas
cosas han sucedido relacionadas con la vida y la obra de Germain Nouveau que
merecen ser consignadas aquí para quienes tengan algún interés en este
extraordinario poeta simbolista.
Quizás lo más impactante haya sido la
aparición del libro de Eddie Breuil Du Nouveau chez Rimbaud,
publicado por la Biblioteca Honoré Champion de París a finales de 2014. Es un análisis
de los manuscritos de las Iluminaciones de Rimbaud. La tesis del autor
de este complejo ensayo se puede resumir así (resumo el capítulo final de
conclusiones, pp. 163–68): las Iluminaciones no es un libro de poemas en
prosa, sino una compilación artificial que agrupa textos copiados en la época
en que Arthur Rimbaud y Germain Nouveau vivieron juntos en Londres, durante la
primavera de 1874. Ninguno de esos papeles lleva firma alguna, y el paquete de
papeles lo recibió Verlaine de manos del propio Rimbaud a finales de febrero o
principios de marzo de 1875 para ser entregados a Germain Nouveau. (Aunque esto
no está del todo claro: en la carta que se citará enseguida, como se va a ver,
Verlaine dice: «“poemas en prosa” suyos, que yo tenía»; es decir, ¿podría ser
que Verlaine los tuviera antes del encuentro de con Rimbaud en Stuttgart?) De
hecho, el primero de mayo de ese mismo año dice Verlaine en una carta a Ernest
Delahaye: «Si me importa recibir detalles sobre Nouveau he aquí por qué. Como
Rimbaud me había pedido mandar a imprimir unos ‘poemas en prosa’ suyos, que yo
tenía, a este mismo Nouveau, a la sazón en Bruselas (hará de ello como un par
de meses) se lo he enviado illico [de inmediato] (¡¡¡a un porte de 2,75
francos!!!) y como no podía ser de otra manera, he acompañado el envío con una
carta pulquérrima, a la cual él respondió de forma no menos pulcra, de modo que
estábamos en correspondencia bastante seguida cuando dejé Londres para venirme
aquí». Según Breuil, la atribución de estos textos a Rimbaud es errónea. Por el
contrario, es a Nouveau a quien le corresponde la autoría. Algunos de estos
papeles no deberían plantear ninguna duda: fueron escritos directamente por
Nouveau y exhiben su caligrafía autógrafa. ¿Cómo explicar, entonces, los textos
que exhiben la caligrafía de Rimbaud? Según Breuil, hay que darle la vuelta a
la tortilla. La teoría establecida por varias generaciones de estudiosos
indicaba que Nouveau habría colaborado con Rimbaud pasando a limpio alguno de los
textos de su amigo. Pues bien, según Breuil, no es Nouveau quien copia ni
Rimbaud quien dicta, sino al revés: Rimbaud es el copista o amanuense y los
textos son del poeta provenzal.
La salida de mi edición coincidió con
las primeras reseñas de las que tuve noticia y que se hicieron eco de la obra
en cuestión, algunas, sencillamente, para dar cuenta de la salida del libro y
de su contenido; otras para calificar la tesis de Breuil como descabellada.
Después de todo, Rimbaud es un mito cultural nacional de Francia y no conviene
zarandear el pedestal en el que su figura se alza señera sobre todas las de su
generación. A mí me cuesta creer la tesis de Eddie Breuil, porque resulta
extraño que Verlaine no expresara dudas de ningún tipo respecto a la atribución
de los poemas (que sin embargo expresó respecto al poema «Veneno desperdiciado», que
fue incluido en las obras completas de Rimbaud de 1891), pero, sobre todo, que
el propio Nouveau no dijera ni pío cuando las Iluminaciones se
publicaron por primera vez en 1886 en la revista La Vogue, justo en el año
en que mantenía su idilio con Valentine Renault. Pero sí creo que, como mínimo,
hay que atribuir a Nouveau el poema titulado «Villes» [Ciudades] escrito de
su puño y letra, y tal vez alguno más de los que integran Iluminaciones. Por otro lado, estas tesis de Breuil no son nuevas ni del todo
originales; hace más de cincuenta años, tesis similares fueron sostenidas por
un joven poeta francés apasionado también de Germain Nouveau, uno de los
grandes estudiosos de su paisano, Jacques Lovichi (1937–2018). Pero no cabe
duda que Breuil lleva a cabo un análisis semántico y grafológico sumamente
detallado y perspicaz.
Eddie
Breuil, por tanto —si no interpreto mal las tesis de su importante ensayo—, retoma
la visión clásica que se tenía, durante la primera mitad del siglo XX, de la
actividad literaria de Rimbaud: la de que después de Una temporada en el
infierno
(1873), Rimbaud había abandonado la literatura para siempre, una tesis que
contradecía las afirmaciones de Verlaine en el prólogo de Iluminaciones, pero cuya prueba era, para
los críticos más solventes, el último texto en prosa de la Temporada, titulado precisamente «Adiós».
Es una tesis ya muy antigua, a la que
puso fin Henri Bouillane de Lacoste en 1949 con ocasión de un trabajo de
análisis de los textos incluidos en Iluminaciones que marcó un antes y un después en los estudios rimbaldinos.
Precisamente el trabajo en el que el eminente filólogo descubrió y demostró,
mediante concienzudos análisis grafológicos, que en la redacción del poemario
había intervenido la mano de Germain Nouveau. Pero, incluso si nos inclinamos a
admitir las tesis de Breuil, una carta de Rimbaud recientemente descubierta,
fechada en Londres el 16 de abril de 1874 y dirigida a Jules Andrieu, demuestra
con toda claridad que el poeta no sólo no había abandonado la literatura con el
«Adiós» de Una
temporada en el infierno, sino que incluso tenía ambiciosos proyectos de publicación que nada
tenían que ver, precisamente, con las Iluminaciones. El que no hubieran fructificado en nada
concreto, o el que nadie se los tomara en serio, habrán exasperado a un joven
brillante y ambicioso que tenía mucha «prisa por encontrar el lugar y la
fórmula». La fórmula de hacerse rico, supongo. Parece que al final la encontraría
en los desiertos de Somalia, vendiendo cacerolas y sartenes europeas a los
pobladores locales.
Mi
conocimiento del francés no es nativo y no soy capaz de hacer por mí mismo una
valoración segura a nivel lingüístico, pero el análisis de Breuil, tanto a
nivel grafológico, como semántico, cultural e histórico es muy minucioso y me
parece de una honestidad intelectual que no puedo poner en duda teniendo en
cuenta mi limitado dominio del idioma. Mi impresión personal es que muy bien puede ser que algunos de los poemas que hoy se recogen
en Iluminaciones sean de Germain Nouveau,
especialmente el titulado «Villes» [Ciudades], cuyo manuscrito es de su puño y
letra, suena de manera inconfundible a Nouveau, y que este menciona como suyo en una carta a Jean Richepin fechada en Londres el 17 de abril de 1875. Tal vez los dos poetas colaboraron
en algún proyecto similar y textos de ambos acabaron entrando en la famosa
compilación. Mis objeciones son las que me dicta el sentido común: el silencio
del propio Germain Nouveau es muy significativo, toda vez que en 1886 vivía
amancebado con Valentine Rénault y participaba en las tertulias literarias del
momento. El impacto que causó ese año, en los mentideros artísticos de París,
la publicación de las Iluminaciones, primero en varios números consecutivos de la revista La Vogue, entre mayo y junio de 1886, y
poco después en libro, en octubre de ese mismo año, no pudo habérsele pasado
por alto. Es verdad que para entonces (cuando los textos se publicaron en libro)
había dejado París y vivía en Bourgoin, adonde llegó el 19 de octubre de 1886
para incorporarse a su nuevo puesto de trabajo como profesor de dibujo en el
liceo de la localidad, pero es imposible que no conociera las publicaciones pre-originales
de la Vogue que habían aparecido en la
primavera.
La
enrevesada historia del soneto «Veneno desperdiciado», soneto atribuido desde
el principio a Rimbaud pero que con toda probabilidad escribió Germain Nouveau,
pone de manifiesto las enormes dificultades que presenta la clarificación de
una autoría discutida cuando no se disponen de otros datos que unos manuscritos
sin firmar que han pasado por infinidad de manos. Conviene, además, considerar
el hecho de que, a partir de 1891, cuando la crisis de locura de Nouveau y el
consiguiente y total abandono de su carrera literaria, el poeta no solo se
despreocupó de sus poemas, sino que incluso intentó destruirlos y se opuso
encarnizadamente a su publicación, como revela la historia de sus dos
poemarios. En estas circunstancias, a Nouveau (“y a su inmenso desparpajo”,
como decía André Breton) no podía importarle mucho ver atribuidas sus obras a
otro. Pero con todo y con eso, me resulta difícil de creer que nunca hiciera al
menos una mínima alusión a ello a sus amigos Verlaine y Delahaye antes de aquella
fecha fatídica: son cinco años en los que la fama de Rimbaud se disparó en el
mundillo literario parisino hasta convertirse en todo un fenómeno cultural.
Por
otro lado, no estoy del todo seguro de que me gustaría descubrir que Germain
Nouveau es el verdadero autor de todos los textos incluidos en Iluminaciones. El poeta de la Provenza me
gusta tal como es, o tal como fue. O tal como nos parece que fue. Creo que no
necesita ningún añadido más para hacerlo mejor, o para que nos guste más. Con
sus brillos y penumbras, con sus magias y sus pequeños o grandes defectos, a
mí, desde luego, siempre me ha gustado Nouveau muchísimo más que Rimbaud. Lo
que no quiere decir que, si al final se demostrase sin ningún género de dudas
las tesis de Lovichi y Breuil (lo que supondría un auténtico terremoto en la
tradición cultural francesa), vaya a negarme a aceptarla. Solo significaría que
tendría que vérmelas a partir de entonces con un desconocido que, como digo, no
sé si me gustaría tanto, y al que tendría que empezar a conocer de nuevo.
La venta en subasta de parte de la
biblioteca de Mallarmé realizada por Sotheby’s de París el 15 de octubre de
2015 reveló la existencia de un retrato de Germain Nouveau completamente
desconocido, realizado por Carjat en la misma sesión fotográfica de la que
salió su retrato más célebre. La foto, lote 211, con una dedicatoria autógrafa
del poeta a Stéphane Mallarmé y la famosa cuarteta (la cual figura también en
el retrato de tres cuartos de Nouveau dedicado a Jean Richepin y que este dio a
conocer en 1927), fue comprada finalmente por 47.500 € por un coleccionista
particular que se mantuvo en el anonimato. Este nuevo retrato fotográfico de
Nouveau fue una sorpresa para todos, ya que se ignoraba su existencia, y
Un par de meses después, el viernes 11
de diciembre de ese mismo año, las firmas Bergé y Sotheby’s procedieron a la
primera venta de la biblioteca particular de Pierre Bergé. En el catálago de la
subasta se reveló que una de las piezas de la colección era lo que hoy
consideramos el «manuscrito» de Valentinas: un juego de galeradas
impresas y corregidas por el autor, las que iban a servir para la fallida
edición de la obra en torno a 1889 y 1890, y que constituyeron, más de treinta
años después, la base de la edición póstuma de Delahaye de 1922. Entre las
galeradas impresas figuraba también un poema manuscrito, el titulado «Les
lettres», intercalado a posteriori por el poeta en su lugar específico en la
compilación. Según la información proporcionada en la subasta, Pierre Bergé
adquirió esa pieza para su biblioteca personal en una venta anónima de la casa
Drouot del 29 de mayo de 1968. Las galeradas fueron encuadernadas en tafilete
de color berenjena. Este volumen único, marcado con el lote 106 en la venta de
Sotheby’s de diciembre de 2015, fue adquirido por el Estado Francés por 102 000
€. El precioso documento se custodia ahora en la Biblioteca Nacional de Francia
y está disponible online para quien desee consultarlo.
En 2018, falleció el poeta, novelista,
ensayista y crítico literario y teatral Jacques Lovichi (n. 1937), el primero
en el tiempo en sostener la tesis de que, al menos algunos poemas de Iluminaciones
fueron escritos por Nouveau. Lovichi sacrificó su carrera profesional por
Germain Nouveau, al sostener una tesis doctoral que los miembros de su tribunal
desaconsejaron y, en definitiva, descalificaron. Lovichi prefirió preservar su
independencia intelectual y se mantuvo en sus trece. Jacques Lovichi es uno de
esos ejemplos de fe en la poesía que me hacen abrigar alguna esperanza para el
género humano, en este siglo de venalidad e indecencia. (Descansa en paz, mi admirado
maestro).
Por último, para 2020, con motivo del centenario de su muerte, se
había preparado una gran exposición de Germain Nouveau en la sala de
exposiciones de la Biblioteca Méjanes de Aix-en-Provence, la misma en cuyas antiguas
salas el poeta se había refugiado a menudo a leer y escribir hacia 1900, y a
combatir acaso el frío de los inviernos del sur de Francia, que no dejan de ser
los inviernos del norte de España. La comisaria fue la bibliotecóloga,
historiadora y escritora Aurélie Bosc, quien también se encargó de la dirección
editorial del magnífico catálogo de la exposición, Germain Nouveau, l’ami de
Verlaine et de Rimbaud. Eddie Breuil, Pascale Vandegeerde y Jean-Philippe
de Wind fueron los consejeros científicos de la exposición, y los dos últimos,
pareja de incansables investigadores de la vida y la obra de Germain Nouveau, aportaron
algunas de las más preciosas piezas exhibidas en la misma, que conservan en su colección
particular, entre ellas el magnífico óleo sobre madera titulado La lectrice,
indudablemente un retrato de Valentine Renault pintado por Nouveau en agosto de
1885. Por desgracia, el estallido de la pandemia del COVID-19 obligó a posponer
la inauguración, primero para enero de 2021, y finalmente para octubre de ese
mismo año. A pesar de las restricciones y de las dificultades impuestas por la
pandemia, tuve ocasión de desplazarme hasta Aix por unos pocos días a finales
de noviembre para visitar la exposición y conocer la villa vinatera de
Pourrières, a unos cuarenta y cinco minutos de distancia en automóvil desde la
antigua capital de provincia.
La exposición, llena de
documentos de todo tipo relacionados con la vida y la obra de Nouveau,
demuestra el interés persistente de esta figura poco conocida del simbolismo
francés, por la que los surrealistas profesaron un interés teñido de cierto
fervor casi religioso. Para mí, desde luego, tanto la exposición como la visita
a lugares tan profundamente ligados a la vida del pintor y poeta, fue un
estímulo esencial para continuar dando a conocer su obra al público hispano y
para concluir la traducción de las Valentinas.
Otra de las piezas interesantes de la exposición fue el estreno de la película Le
poète illuminé realizada por el cineasta Christian Philibert, un hermoso
documental consagrado al poeta. A ello hay que añadir dos biografías recientes del poeta: la escrita por
Martin Mirabel, Germain Nouveau: un cœur illuminé (París: Michel de
Maule, 2021) y la de José Lenzini, Germain
Nouveau : trimardeur céleste de la poésie (Le Revest-les-Eaux : Les Cahiers de l’Égaré, 2020).
Pero no todo son elogios, claro. Frente a las exposiciones y a las biografías, un severo y convencional Étienne Crosnier ha publicado recientemente un estudio donde trata de poner el poeta en lo que, según él, es su lugar: un epígono del Parnaso de rimas sonoras, fascinado por la lírica popular, nada más. En efecto, en Germain Nouveau: comprendre les malentendus d’un mythe (París: L’Harmattan, 224), Crosnier traza la historia de la recepción de la obra del amigo de Verlaine y de Rimbaud hasta su momento culminante en 1970, cuando la prestigiosa colección La Pléiade le abre a Nouveau un suntuoso panteón en ese cementerio de clásicos en papel biblia y encuadernaciones de tafilete con filigranas repujadas en oro de 24 kilates, en compañía de Lautréamont. Tras el mayo del 68 y la expansión del movimiento hippy, la figura de Nouveau y su vida bohemia y al margen de la sociedad podían ser un poderoso reclamo para una colección de clásicos destinada, por su precio, a las bibliotecas de la alta burguesía. Hasta el famoso retrato de Carjat de 1873 que aparecía en la sobrecubierta (de Lautréamont solo ha llegado hasta nosotros un posible retrato que ni siquiera entonces se conocía) era la de un auténtico hippy (a cien años de distancia, los bohemios de 1870 y los hippies de 1970 compartían más o menos las mismas greñas y vestimenta). Pero el reclamo y el prestigio de Nouveau se disiparon pronto. Tampoco el poeta lograba atraer la atención de los estudiosos y de los currículos educativos. Además, sin un valedor de la talla de André Breton, Nouveau se quedó relegado a su condición de incómodo comparsa para los apasionados de Lautréamont. En 2009 los editores de Gallimard decidieron desahuciarlo y lo desalojaron de la colección con la publicación de un volumen consagrado enteramente al célebre poeta uruguayo en lengua francesa. Crosnier concluye citando el correo electrónico del 1º de febrero de 2023 que le remitieron desde Gallimard cuando les escribió para inquirir las razones (traduzco): «Para responder a su pregunta: la asociación Germain Nouveau-Lautréamont, realizada por razones prácticas (el número de páginas de sus obras respectivas), no tenía sentido. Nos ha parecido, pues, deseable, consagrar un volumen entero solo a Lautréamont. Lo que ha conllevado la desaparición de Germain Nouveau [de La Pléiade], con el que nos resulta imposible hacer lo mismo. […] Actualmente no existe ningún proyecto relativo a la publicación de la obra de Germain Nouveau en el seno de nuestra colección». Es decir, las circunstancias que propiciaron en 1970 la cohabitación en el mismo volumen (como quien entierra a dos cadáveres en el mismo ataúd) de Lautréamont y Germain Nouveau (las revoluciones sociales y sexuales de los años sesenta del siglo pasado), han desaparecido en este más sesudo siglo XXI, más capaz para distinguir entre lo realmente rentable y lo meramente simbólico, y más consciente de sus responsabilidades financieras. Crosnier, por lo demás, descarta las tesis de Eddie Breuil. La controversia sobre la autoría de las Iluminaciones desatada por Breuil es para él un asunto más pasional que racional y, en lo que a él se refiere, la cuestión quedó definitivamente zanjada por Pierre Brunel —uno de los grandes expertos del período— en el debate televisado que mantuvieron ambos, Brunel y Breuil, respecto a las tesis de este último, debate que tuvo lugar el 7 de abril de 2015 en la Universidad Jean Moulin de Lyon y está disponible en YouTube. Son dos lenguajes distintos, razona, que no se dejan confundir y que revelan diferentes, a veces contrapuestas, visiones del arte, del mundo y de la vida.
Personalmente,
a mí me parece, el de Crosnier, un ensayo escrito deprisa, deshilvanado y poco
atractivo desde el punto de vista del estilo: su lenguaje es romo y sin jugo
como un limón seco, y esta falta de expresividad deja frío al lector, aunque
sin duda esta es una opinión subjetiva. Pero confieso que su visión del asunto
no carece de interés, alguna penetración y cierto sentido común. Crosnier
concluye su libro afirmando que (traduzco) «la obra de Germain Nouveau stricto
sensu
no ha conseguido siempre hallar un lugar visible en el patrimonio literario francés».
Y no le falta razón: esta historia de su entrada y posterior desahucio de La
Pléiade a la que acabo de referirme lo respalda.
Este
asunto de su descarte de La Pléiade merecería por sí solo un estudio en
profundidad, pero no es este el lugar para emprenderlo. En cualquier caso, desde
el principio muestra las fuerzas coyunturales que explican la elección de tal o
cual autor para entrar en el panteón de una colección de prestigio. Las «razones
prácticas» a que alude el correo electrónico transcrito arriba, a saber, el
escaso número de páginas de las obras de estos autores, aunque sea la principal
razón de Gallimard para haber enterrado entonces a dos muertos en la misma caja,
y para desalojar ahora a uno de ellos del compartido féretro, no se justifica:
la nueva edición de las obras de Lautréamont en 2009, se ha inflado hasta las
848 páginas de las 488 que ocupaba en la edición Lautréamont-Nouveau, es decir,
150 páginas menos que las que este último ocupaba allí (990
páginas). Aunque son raras las ediciones de La Pléiade que tengan menos de mil
páginas (lo normal es que sus volúmenes oscilen entre las 1 200 y las 2 000
páginas), no faltan los títulos de la colección que son bastante más delgados: el
de las obras de Louise Labbé, publicadas en 2021, consta de solo 736 páginas.
Las del novelista Alain Fournier (2020), de 640, mientras que las poesías
completas de Alfred de Musset se recogen en un tomo de 976 páginas, menos de
las que ocupan las de Germain Nouveau en la edición de 1970. Lo mismo puede
decirse de algunas de las más antiguas ediciones de la colección. Por ejemplo,
la primera edición de las obras completas de Baudelaire, en 1932, tenía 666
páginas el primer tomo y 868 el segundo; la de Rimbaud en 1946, constaba solo
de 846 páginas (no es mucho más voluminosa la más reciente, realizada en 2009 y
ampliada en 2021, con un total de mil cien páginas, y eso que incluye todas las
lecciones conocidas de los poemas, en vez de consignar solo sus variantes,
multiplicando así un buen número de páginas). Y una famosa antología de poesía
francesa realizada por André Gide en 1949 se extiende a lo largo de 848
páginas. Con todo lo que se ha escrito y descubierto sobre Germain Nouveau
desde aquella edición legendaria de 1970, hoy se podría hacer perfectamente una
nueva edición de las obras del poeta provenzal en La Pléiade de más de un
millar y medio de páginas. Pero, como el email enviado por Gallimard demuestra,
no hay la voluntad de hacerla. La razón es evidente: Nouveau no vende ahora
como podía vender en 1970, sobre todo si Lautréamont iba de saldo, o viceversa.
Lo mismo ocurre con el otro ataúd con dos cadáveres que Gallimard fletó con
destino a la eternidad aquel mismo año de 1970, el compartido por Tristan
Corbière y Charles Cros, donde el primero ocupa 600 páginas y el segundo 904.
Había en aquellos años un interés renovado por la literatura de esos radicales
del Parnaso que habían revolucionado a su manera la poesía de su tiempo, a los
que Pierre-Olivier Walzer había agrupado, también en ese año, y con muy buen
criterio en un libro titulado La révolution des sept: Lautréamont, Mallarmé, Rimbaud, Corbière,
Cros, Nouveau, Laforgue ([La revolución de los
siete] Neuchâtel: À La Baconnière, 1970). Normal que el mismo Walzer se hubiera
ocupado de las ediciones de cuatro de ellos (las que acabo de referir) en La
Pléiade.
La ya mencionada pareja formada por Pascale
Vandegeerde y Jean-Philippe de Wind, quienes ya habían realizado una preciosa
edición anotada de los primeros poemas de Germain Nouveau titulada Quelques
premiers vers (Lieja: Société de Découragement de l’Escrime, 2009), habían
iniciado los preparativos para una ambiciosa edición de las obras completas de
Germain Nouveau, después de la retirada de la edición canónica de La Pléiade.
Desgraciadamente, Pascale falleció en Bruselas el 30 de noviembre de 2022 de un
cáncer de páncreas que se le había diagnosticado el año anterior. El 2 de enero
de 2023, desde Lieja, me escribió atribulado Jean-Philippe, su compañero de
veinte años de amor y de investigaciones literarias, para darme la triste
noticia y explicarme las circunstancias. El final de su carta era una
afirmación de su compromiso con el proyecto que ambos habían iniciado
(traduzco): «Los dos estábamos trabajando en una nueva edición de las Obras
completas de Germain Nouveau, para reemplazar la de La Pléiade. Voy a proseguir
ese trabajo con Eddie Breuil. Por ella, por los lectores y, también, en cierta
manera, por Germain Nouveau». (Pascale, en su idealismo radical por ciertas
causas sociales, como tantos otros jóvenes de la época, se juntó con la gente
equivocada y cometió, parece, graves errores. Yo no soy quién para juzgar aquí, ya que
apenas si conozco los detalles. Ella pagó su deuda a la sociedad, más que
ningún otro de aquellos jóvenes. Se rehabilitó y durante los últimos
veintidós años de su vida se dedicó a tareas editoriales e investigaciones
literarias sobre cosas tan inofensivas como las relacionadas con la vida y la
obra de Germain Nouveau. Que en paz descanse). Lo que hace grande la obra de
Germain Nouveau no consiste en un tomo de La Pléiade de mil páginas en papel
biblia, elegante tipografía Garamond, con su aparato de notas y de estudios
críticos, y encuadernado lujosamente en tafilete verde repujado con filigrana
de oro, sino en la pasión que es capaz de generar en corazones humanos tan
grandes como los de Pascale y sus amigos.
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