Este ya
no es país para pobres. Hay que subrayar el contraste: mientras los esbirros del
ICE hacen redadas en las empacadoras de carne de Nebraska, en los puntos de
captación de jornaleros diarios de California, en las grandes huertas y
labrantíos de todo el Medio Oeste, o directamente se emboscan a la salida de
los tribunales de inmigración de las grandes ciudades, la nueva administración
acaba de lanzar hoy mismo la muy ponderada Tarjeta de Oro con la efigie del
Naranjito y la conspicua imagen de la Estatua de la Libertad estampadas en ella.
¿Y el precio de esta nueva engañifa? Cinco millones del ala. América ya no
quiere pobres que vengan a hacer los trabajos que los gringos desprecian.
Quiere atraer a los grandes ricos del mundo. Pero yo me pregunto ¿quién con dos
dedos de frente va a querer venir a América a hacer su sueño americano si le sobran ya cinco millones de dólares para comprar un pedazo de cartón dorado? Vendrán tal vez los
oligarcas rusos, los jeques árabes o los mafiosos de todos los rincones del
mundo que con dicha tarjeta podrán realizar sus turbias operaciones aquí. A los
pobres ni agua. ¡Qué digo agua! A los pobres, palo y grilletes; a los mafiosos que
vengan en su propio jet, alfombra roja. Vamos, que a América ya no la conoce ni
la madre que la parió. El gobierno justifica esta escabechina de temporeros hispanos
y no se cansa de gritar que hay que limpiar los Estados Unidos de los veinte
millones de criminales, asesinos, violadores, terroristas, pandilleros y enfermos
mentales que entraron en el país durante el gobierno anterior. Para cumplir tal objetivo habría que
expulsar a cinco millones de personas por año de gobierno, pero enseguida se les acabaron los criminales de verdad y los que tenían alguna multa
de tráfico, así que ahora van a por los trabajadores de las fábricas y los
temporeros agrícolas que jamás han cometido ni la más leve infracción. La ministra
de (des)información del nuevo gabinete no se cansa de machacarnos diciendo que los inmigrantes ilegales son todos criminales por el mero hecho de haber
entrado sin permiso en el país. Pero ¿qué es lo que oyen en realidad los
americanitos de a pie? Algo parecido a esto: hay que echarlos porque son pobres, son feos,
son bajitos, tienen la piel oscura y hablan español. Make America Blonde
Again [hay que hacer que América vuelva a ser rubia de nuevo], parece ser el
lema de moda. Pero no me malinterpreten. Les puedo asegurar que los americanos,
en su mayoría, están encantados con esta nueva política de normalización del racismo. Incluso los de origen
hispano que votaron por el Naranjito. El país ya no quiere más pobres. El
trabajo duro ya no vale. Ahora el permiso de residencia está en venta: cinco
millones de dólares.
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