martes, 8 de noviembre de 2022

Esperando la bomba (2)

Me equivoqué con Bolsonaro, y me alegro. Cierto es que ni concedió la victoria a su oponente ni lo felicitó, embarcándose en un extraño mutismo de dos días que parecía estratégico, y que dio pie a sus simpatizantes para poner barricadas en las carreteras y levantar hogueras de neumáticos. Por fortuna, otros miembros del partido aprovecharon el silencio para reconocer la victoria de Lula y llamar a la calma y la cordura. Finalmente, el mandatario apareció ante las cámaras y los micrófonos hace una semana para declarar que la transferencia de poderes se haría de modo correcto y sin obstáculos. Me alegro de haber errado y sólo espero que Lula no defraude a los brasileños, y no me refiero sólo a los que le han votado sino a todos los brasileños.

Ojalá me equivoque también con Putin y sus insensatas amenazas nucleares. Pero de tamaño criminal como él es mejor no esperar nada. Ahora está empeñado en ganar la guerra a la manera de Hitler en 1940, cuando las bombas alemanas caían sobre Londres como agua de lluvia. Es decir, ganarla a base de atacar directamente a la población civil que está en la retaguardia mientras sus soldados mueren en las trincheras del Dombás. Destruir el país entero y aniquilar a su población. Y pensar que hay gente que justifica estas acciones y culpan a otros de esta locura. Que hay quienes abogan por apaciguar a la Bestia y que Ucrania se entregue, inerme, a sus apetencias. También a Hitler quisieron apaciguarlo en su momento. ¿Qué consiguieron? Nada. La deshonra de esos apaciguadores oficiales, y la cobarde entrega de los territorios que exigía Hitler en Checoslovaquia, no sirvieron para abortar la guerra, con las horribles consecuencias que ya todos conocemos. (También abandonaron a su suerte, y por los mismos motivos, a la República española, mientras Hitler y Mussolini surtían a Franco de cazabombarderos, soldados y submarinos.) Si alguien piensa que Putin es apaciguable es que no conocen a esta clase de individuos. Ahora Putin está intentando ganar su guerra también a través de sus injerencias en las elecciones de Estados Unidos, las midterms o elecciones de medio curso político, que están teniendo lugar precisamente hoy, en estos mismos momentos. En éstas no se decide quién es el presidente sino la composición de las dos cámaras del Congreso, además de un sinnúmero de cargos políticos a nivel estatal y local. Putin sabe que, si las ganan los representantes del Partido Republicano, la ayuda que la administración Biden está proporcionando a Ucrania tiene los días contados. Los republicanos ya han dicho por activa y por pasiva que no piensan gastar un dólar más en Ucrania. Además, Donald el Naranjito es un gran admirador de Putin. Es verdad que no todos en el Partido Republicano piensan igual respecto a Rusia, pero no creo que puedan contrarrestar la fuerza del ala más extremista del partido. Y todas las encuestas apuntan a que los conservadores lograrán un triunfo arrollador en estas elecciones. Se habla abiertamente de una red wave. Que dios nos pille confesados, como decía mi madre.


Lo que me lleva a ese portento de niño que se llama Elon Musk, el cual se ha pasado los últimos meses intentando no comprar Twitter, aunque al final ha cedido y ha apoquinado, un billete detrás de otro, los 44.000 millones de dólares de la opa que lanzó en abril para adquirir la compañía, supuestamente para salvar la democracia, la libertad de expresión y hasta la misma civilización humana. ¿Para salvar la democracia? Pues bien, ya se ha cargado a la mitad del personal de la compañía, para ahorrar gastos, y ayer mandó un tuit recomendando a todos sus seguidores, que son legión (el papanatismo no tiene barreras), para que votaran al Partido Republicano. Bonita forma de salvar la democracia, votando a los que intentaron el golpe de estado del 6 de enero de 2021. Su razonamiento es que, como ahora mismo hay un presidente del Partido Demócrata, no es mala idea darle las dos cámaras a la oposición, a manera de contrapeso. Eso sería así, si estuviésemos hablando de una democracia normal, y no del desastre actual, con un montón de políticos descerebrados cuya única intención es precisamente terminar el trabajo de derribo y desmantelamiento de las instituciones iniciado por su jefe de filas. Me gustaría equivocarme en esto también, pero preveo, con mi típico pesimismo de gallego, que, tan pronto se hagan con el control de las dos cámaras, iniciarán un proceso de inhabilitación (impeachment) del actual presidente, para servirle en bandeja su cabeza al Naranjito Don. No les preocupa el país; tampoco aspiran a ir al congreso para solucionar los problemas de la gente, sino para hacerse con el poder político, y recaudar mucho dinero para seguir controlando ese poder. Y ahí es donde entra Musk. ¿Tenía tanto dinero para comprar la compañía y de pronto no lo tiene para pagar a sus nuevos empleados? Lo que demuestra que esto va de dinero y no de salvar la democracia ni la civilización. Como todos los que tienen mucho dinero en este país, Musk quiere una administración política que dé más dinero a los ricos como él, no a las familias que se pasan la vida luchando para llegar a fin de mes. A mí me desconciertan (o más bien me aterran) estos salva-patrias que nos dicen que el futuro de la humanidad está en Marte (me imagino que metidos en una escafandra para que las radiaciones no nos achicharren) y no en nuestro planeta Tierra, el único que tenemos y en el que Musk no invierte un solo dólar. O que el futuro de la democracia depende de Twitter, una empresa que él ha comprado, reitero, no para salvar nada noble (por desgracia, la democracia estadounidense está dando sus últimas boqueadas) sino para transformarla en una máquina de hacer dinero.

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