jueves, 6 de enero de 2022

Aniversario

Inicié este blog hace casi un año y lo hice con un comentario sobre la política de este país, los Estados Unidos de América; este país que ya no es lo que era; lo que alguna vez fue. Hoy lo vuelvo a abrir después de un largo período de inactividad con otro comentario político. Es inevitable. Hoy es 6 de enero de 2022 y todos aquí recordamos esta aciaga fecha que ya se ha quedado inscrita con letras mayúsculas en los anales de este país —y en la historia universal de la infamia— como el primer golpe de estado intentado contra un gobierno legítima y democráticamente elegido. Los que lo intentaron, fallaron el golpe, pero siguen más envalentonados que nunca: hasta ahora no han tenido que pagar las consecuencias de sus actos, gracias a las maniobras, a la corrupción y a la venalidad de la gran mayoría de los congresistas republicanos. Se han ido de rositas: Trump y todos sus cómplices. Pero lo más importante es que se han percatado de la inopinada fragilidad de la democracia americana y ya estarán sin duda puliendo los detalles de su siguiente plan para darle el golpe definitivo y romperla para siempre. Ahí está ese paniaguado de Mitch McConnel, que entonces era  el jefe de la mayoría del Senado y que tuvo la oportunidad de impugnar al expresidente, pero optó por no hacerlo, siguiendo no sé qué complicados cálculos electorales que sólo él debe de entender, porque Trump lo está insultando de lo lindo, como hace con todos los que no se muestran demasiado diligentes en rendirle pleitesía. Ahí andan también esos prominentes canallas, los senadores McCarthy, Cruz y Graham, inasequibles a la vergüenza y a aun a la mera decencia, que denunciaron al golpista aquella noche de infamia, pero que a los pocos días ya estaban templando gaitas e iniciando sus aparatosas maniobras para desdecirse de lo dicho y empezar a alinearse de nuevo con él. ¡Qué espectáculo lamentable ver a tantos lameculos, a tantos comemierdas republicanos, envileciéndose, regodeándose de su propia ignominia! La democracia americana era un pacto entre caballeros que aceptaron por su honor respetar el resultado de las elecciones. Y había funcionado bien hasta hace poco. Justo hasta el momento en que un canalla entró en el pacto. Cuando dejas entrar a un canalla en un pacto entre caballeros, es el canalla el que gana, por supuesto. El canalla nunca rinde cuentas al honor o a la ética. Tampoco a la verdad. Mi impresión es que el cáncer es terminal y que América está ya mortalmente tocada.

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