viernes, 23 de julio de 2021

Germain Nouveau y Demis Roussos

Son muchos los poetas franceses del siglo XIX que me fascinan, pero uno no sabe por qué en un momento de la vida uno se hermana para siempre con alguno en especial. Igual que hay ciudades que se hermanan, hay lectores y autores que se hermanan también. A mí me ocurrió con el poeta Germain Nouveau (1851-1920). Tuve la epifanía una tarde, en el pueblo donde nací y me criaron, Xinzo de Limia, escuchando en la gramola de una cafetería una canción de Demis Roussos. Era esto en 1977. Tenía 17 años. Claro que también estaba hasta el culo de anfetaminas. Hasta el culo del cerebro. Acababa de descubrir a Germain Nouveau, y estaba con mi amigo Milo, a quien había ido a visitar aquel día. Él me prestó un libro en portugués, que todavía conservo, sobre la lírica de los cancioneros gallego-portugueses medievales. A cambio, yo le presté una traducción de Los pasos perdidos, de André Breton (andando el tiempo, llegaría a conocer en Valencia al traductor de ese libro, el poeta Miguel Veyrat, pero esa es otra historia). Allí se citaban unos fragmentos de Nouveau que me parecieron de una belleza centelleante, y su nombre se mencionaba en muchas páginas. Como digo, yo me quedé con su libro y Milo se quedó con el mío. Se ve que nuestros préstamos eran de carácter vitalicio. Por esos días también había leído las traducciones de Nouveau que incluyó Manuel Álvarez Ortega en su antología Poesía simbolista francesa (Madrid: Editora Nacional, 1975). Algunos de aquellos versos los llevaba todavía en la memoria como si fueran un puñado de céntimos de fuego en el bolsillo. Al anochecer fuimos a una cafetería del pueblo a la que yo raramente iba, y que si no recuerdo mal estaba por la rúa do Toural. Milo vivía cerca de allí en una calle perpendicular a ésta, la rúa Jesús Carlos Romero Nieto. Pero la verdad es que el pueblo era tan pequeño que decir que estaba cerca es poco decir, porque nadie estaba lejos de nadie ni de nada. Encontramos el bar completamente vacío a esa hora. Pedimos unas tazas de vino y mientras nos las servían me acerqué a la vistosa gramola que tenían allí. Mis gustos musicales habían cambiado drásticamente para entonces. Hacía mucho que no escuchaba a Demis Roussos, como no fuera interpretado por cantantes más o menos competentes en las verbenas de la región. En nuestro afán de malditismo ya no entraban sus edulcoradas canciones de amor. Pero aquel día vi en la gramola el último bombazo del cantante, una canción titulada Morir al lado de mi amor y metí los cinco duros por la ranura del aparato para que la tocara. Fue así como se produjo la epifanía. Las anfetaminas te sumergen, sobre todo al principio, como en una placenta, como flotando en una burbuja de líquido amniótico en el que te vas elevando. Luego viene la caída, pero yo estaba justo al principio, cuando todo a tu alrededor se reviste de una claridad placentera y ves, ves con la misma claridad que lo vio Jesucristo, que todo es amor y claridad en este mundo, que todo puede ser perfecto, como si todo estuviera atravesado por una luz sobrenatural. Aquella mezcla de anfetaminas, de la voz prodigiosa de Roussos en el bello comienzo de esa canción en español (que a mi juicio suena muchísimo mejor que la versión inglesa original), junto con el recuerdo de los versos que había leído de Nouveau, y la huella visual que había dejado en mi cabeza la breve nota biográfica de Manuel Álvarez Ortega, formaron como un cóctel explosivo: había leído la breve biografía que acompaña esos poemas, pero aún no había acabado de asimilarla. Las imágenes que aquellas pocas frases habían desencadenado en mi mente se me habían quedado impresas en la mente y ahora brillaban, gracias a las anfetaminas, como cicatrices de fuego. Era como si estuviera viendo las huellas incandescentes que Germain Nouveau había dejado al pasar por este mundo. Las cosas que son importantes para uno, las que marcan jalones en la vida de una persona, suenan ridículas en la vida de otra. Lo que es trascendente para mí, a otro lo haría prorrumpir en carcajadas. Así es la vida. Yo aquel día me hermané con Nouveau para siempre.

miércoles, 21 de julio de 2021

El despacho de un despechado

 TRUMP, BLOGUERO

Hace unas cuantas semanas leía en las páginas de los periódicos digitales que el blog de Trump ha sido cerrado. Se titulaba «From the Desk of Donald J. Trump» y parece que no tuvo el éxito que sus organizadores esperaban. Claro. No me extraña. Es que el título mismo era un despropósito. «Desk» es el escritorio o el despacho donde se supone que uno trabaja, pero Trump no ha pegado un palo al agua en toda su vida. ¿Para qué? ¿Para qué lo va a dar él cuando tiene a tantos que lo den por él?  El despacho de Trump, en su caso, significa la mesa donde tiene el teléfono, que es lo único que él necesita para trabajar: dar órdenes, insultar a los que desprecia (la mitad de los estadounidenses, esa media América que no vota por él), amenazar, extorsionar, y gestionar la eliminación política (de momento política) de sus oponentes o críticos. Pero este blog de «Desde el despacho...» era el despacho de su despecho. El problema es que un blog no se puede llevar con un teléfono. Un blog requiere que escribas, que pienses, que leas, que son actividades por completo refractarias al trumpismo. Trump jamás ha usado su escritorio para escribir. Todo lo más para firmar a rotulador los decretos con los que iba demoliendo el trabajo de su predecesor y convirtiendo a los Estados Unidos en la última república bananera que quedaba por crear en este continente.


COMO LAS OLAS DEL MAR

Como decía el otro día, los canallas van y vuelven, como las olas del mar. Por uno que se va, otro que vuelve. Ayer le tocaba el turno de irse a Tom Barrack, consejero de Trump cuando éste llevaba la Casa Blanca como si fuera su propio cortijo. La policía federal lo arrestó ayer por ser (supuestamente) un agente encubierto a sueldo de los Emiratos Árabes Unidos para cabildear en Washington, con acceso directo a la oreja del ex-presidente... El canalla que vuelve es el senador republicano Rand Paul, de quien no habíamos tenido muchas noticias en los últimos tiempos. Ayer acusó al Dr. Fauci de haber mentido ante el Congreso, lo cual es un delito grave... que el propio senador no parece considerar importante cuando se trata de las mentiras que él mismo cuenta sin ninguna sombra de vergüenza, de las de algunos miembros de su partido o de las mentiras del ex-presidente Trump, que miente más que habla, y que miente con tanta naturalidad que a veces hasta parece que miente cuando no miente. Por supuesto, Fauci le dijo que él, Rand Paul, era el mentiroso. Debió añadir ese refrán español que dice, y dice muy bien: «Cree el ladrón que todos son de su condición». Pero creo que en inglés no hay ningún proverbio que tenga la misma fuerza y eficacia del nuestro. 

 

martes, 20 de julio de 2021

El tiovivo espacial

LA SEGUNDA CARRERA ESPACIAL HA COMENZADO... Y ES UNA ATRACCIÓN DE FERIA PARA SÚPER-RICOS

Mientras los estados de Oregon y California arden por los cuatro costados en incontrolables incendios forestales que lo están arrasando todo, Jeff Bezos, el hombre más rico del planeta, se ha dado esta mañana un chupinazo de cinco minutos hasta la termosfera, por encima de la línea de Kármán (es decir, a una altura de más de 100 kilómetros sobre el nivel del mar), haciéndose un hueco en la nueva carrera espacial que tres súper-multimillonarios americanos están llevando a cabo en estas primeras décadas del siglo XXI. El primero en pasearse unos minutos por esas alturas fue, hace sólo unos pocos días, Richard Branson, el dueño de Virgin Galactic, aunque en este caso, los viajeros no superaron la línea de Kármán. El otro súper-multimillonario, Elon Musk, se reserva para Marte, un planeta del que se ha propuesto, andando el tiempo, hacer su nueva residencia gracias a ese proceso llamado de «terraformación», sea lo que sea dicho proceso. Bueno, ¿y qué?, dirá alguien. Los astronautas han estado yendo y viniendo de la Estación Espacial Internacional y nadie le para bola al asunto. Pues la novedad está aquí en el hecho de que en este caso se trata de una iniciativa privada, y no de los programas espaciales de los diferentes gobiernos financiados con el presupuesto nacional, es decir, con fondos públicos. Estos tíos van al espacio con su propio dinero. O quizás no con su propio dinero, sino con el de algunos clientes que están dispuestos a pagar bien caro un asiento en la cápsula o la nave espacial. Se sabe que uno de los viajeros-astronautas (aunque al final decidió posponer el viaje para otra ocasión debido a problemas de agenda) pagó un ticket de 28 millones de dólares por subirse al cohete. Como se ve, esta nueva carrera espacial promete ser muy lucrativa. Tal vez por eso haya que reconocerles a estos dos empresarios las agallas que han mostrado al subirse por primera vez a estos vuelos espaciales y regresar íntegros de la prueba sin un rasguño. ¿Cómo convencer a los clientes de la extraordinaria seguridad del viaje si no es subiéndose ellos mismos en esta novedosísima y carísima atracción de feria que acaban de montar? Además, han demostrado que no se necesita ningún complejo adiestramiento astronáutico. Cualquiera puede subirse y disfrutarlo. Sólo hay que ponerse un mono azul y apretarse el cinturón. Nada más fácil. Cualquiera que pueda pagarlo, claro. Los súper-ricos, y puede que muy pronto los no tan súper-ricos, podrán desde ahora subirse a los ingenios para darse el chupinazo de sus vidas, flotar unos minutos en gravedad cero, y contemplar desde esa altura el espectáculo impresionante del globo terráqueo flotando como una gran canica de cristal azul en medio de la oscuridad del universo (claro que a cien kilómetros sólo, la canica es más bien un canicón). Desde luego, yo les aconsejaría a todos los terraplanistas que se dieran ese garbeo por el espacio, a ver si al fin se enteran de que la tierra es una esfera. Pero yo creo que ni con esas. El evento, que duró diez minutos en total, fue de una precisión milimétrica, lo que muestra la eficiencia tecnológica del mundo moderno. Tanto el cohete como la cápsula se volvieron a posar en tierra con toda suavidad y volverán a seguir subiendo y bajando con la misma precisión en ocasiones futuras. Lástima que a nadie se le haya ocurrido poner esa eficiencia y esa precisión, y los mismos recursos, determinación y entusiasmo, en favor de cosas más urgentes, como evitar esos incendios que están carbonizando los milenarios bosques del noroeste americano con toda la fauna y la flora que los puebla, que esos sí que ya no volverán. Pero, claro, cuidar de lo que tenemos es aburrido y tedioso. Lo público no le interesa a nadie. Los bosques ya están muy vistos y no son negocio. Los chupinazos al espacio son lo divertido. La fiesta, que no pare.

domingo, 4 de julio de 2021

El gran garaje del mundo

BOLSONARO AVISA, Y EL QUE AVISA NO ES TRAIDOR

Leo en la prensa que Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil, ha aclarado que no entregará la presidencia del país si hay fraude en las elecciones. ¿Y cómo se detectará el fraude en las elecciones? Muy fácil: si las ganan los otros.

 

LA CULPA DE TODO LA TIENE EL SOCIALISMO

Leo en la prensa digital (Slate: «The Dream of Florida is Dead») una entrevista de Mary Harris a Danny Rivero, un reportero de una estación de radio de Miami, la WLRN, uno de los primeros en llegar al lugar de la catástrofe en Surfside, donde un edificio de apartamentos se derrumbó, con sus ocupantes durmiendo plácidamente dentro, en la madrugada del jueves 24 de junio, aplastándolos a todos. Según Danny Rivero, la culpa del colapso es del socialismo: «Piense usted en las comunidades de vecinos como socialismo a pequeña escala. Todos tienen la propiedad de una parte de la cosa. Toman decisiones sobre ello. Tienen una junta directiva, que es algo así como el Politburó. No; de verdad, es socialismo. Y el tema con el socialismo es que cuando uno posee colectivamente algo, uno tiene que tomar decisiones sobre ello colectivamente. Pues bien, algunas de esas decisiones van a ser bastante difíciles.» Vamos, yo creía que Florida era un estado gobernado por los republicanos. Muy podrido y dividido tiene que estar este país para que alguien aproveche una catástrofe como ésta e insinúe que la culpa la tiene el socialismo. La cosa me recuerda mucho a los socialistas en España, que tenían siempre un culpable para todo: José María Aznar. Que yo sepa, en Cuba no se ha desplomado ningún edificio con sus ocupantes dentro, y eso que los edificios de La Habana están decrépitos, pues llevan sin hacer mantenimiento desde 1959.

 

CANALLAS QUE VAN Y VIENEN

Como las olas del mar, por un canalla que se va, otro que viene. En efecto, el martes pasado, Donald Rumsfeld, el Ministro de Defensa de los Estados Unidos durante la administración Bush, dejó de infamar al mundo con su presencia. Al día siguiente, sin embargo, Bill Cosby fue liberado de la prisión donde cumplía sentencia por una de sus muchas agresiones sexuales. El Tribunal Supremo del estado de Pennsylvania había revocado la condena por un tecnicismo relacionado con esa manía que tienen aquí los fiscales de hacer tratos con los delincuentes.

  

EL CUENTO DE LA RANA

La ola de calor que barrió los estados de Washington y Oregon, en Estados Unidos, y la provincia de British Columbia en Canadá, donde nunca jamás se habían producido temperaturas de 50° Celsius, ha sido casi como un aldabonazo en las conciencias, quizás incluso en las de algunos negacionistas recalcitrantes del efecto de la industrialización y en general de la actividad humana en el deterioro de la Naturaleza. Por desgracia, esto es sólo el comienzo. Además, no creo que sirva de mucho. En cuanto pase el verano, ya se habrán olvidado del asunto. Lo que me recuerda el cuento de la rana sumergida en el agua de una olla puesta a calentar, que se va acostumbrando al calor creciente del líquido elemento y cuando le preguntan cómo se siente, dice «¡Como siempre! Aquí no pasa nada.» Business as usual, como dicen en inglés. Cuando el agua empiece a hervir, ya será tarde para dar el salto y salir de la olla. Leo que en Florida la respuesta ante la imparable subida del nivel del mar debido al calentamiento global es tratar el asunto con medidas paliativas muy costosas y, sobre todo, poco eficientes ante la realidad de una tierra porosa impregnada de agua salada que ya se ha colado por los sistemas de agua corriente y del alcantarillado. Pero el mercado se adapta rápido en una sociedad donde el que no corre es porque vuela. El proceso de gentrification ya ha empezado hace años. La idea es desalojar a los inquilinos de las más modestas viviendas de tierra adentro, para especular con ellas ante la crisis residencial que se avecina en la península debido al fenómeno.

Foto de Joseph Kellner en Unsplash

Lo triste es que todo esto se podría haber prevenido desde hace décadas (por poco más de 500 votos en el estado de la Florida perdió Al Gore, firme defensor del medio ambiente que competía con un programa fuertemente ecologista, las cruciales elecciones de 2000). Ahora ya no podemos ni evitar ni erradicar la enfermedad. Estamos condenados a paliar los síntomas, como a esos enfermos terminales a los que se les alivia el sufrimiento con pastillas e inyecciones.

 

EL GRAN GARAJE DEL MUNDO

A los negacionistas hay que convencerlos a base de metáforas diáfanas y explicaciones sencillas porque estas personas rechazan el pensamiento complejo. Yo les propongo la metáfora del garaje: Todo el mundo sabe que, si enciende su vehículo en un garaje cerrado y lo deja encendido, corre el riesgo de morir por el monóxido de carbono que emite la combustión de la gasolina (aunque no es la primera vez que ocurre que hasta una familia entera pierde la vida así por pura ignorancia del asunto). La atmósfera que rodea al planeta es como ese garaje. Un garaje muy grande, pero garaje, a fin de cuentas, y cerrado a cal y canto (ni lo podemos abrir ni salir de él, como no sea en una cápsula espacial). Estamos llenando ese garaje con las emisiones de monóxido de nuestros coches, de nuestras fábricas, de nuestros desperdicios. La atmósfera del planeta me recuerda mucho a esos garajes americanos que se usan más como cuarto de los trastos que como garajes, porque están llenos de maquinaria, de enseres, de cachivaches y de basura hasta el techo.