Ustedes me dirán que el dinero no es cobarde, sino prudente. Y yo les replicaré que no; que el dinero es muy cobarde y que, a más dinero, mayor la cobardía. Cómo se ve que ya casi nadie confía en la cada vez más difícil victoria de la Sra. Harris en las elecciones de los Estados Unidos que tendrán lugar la próxima semana. El último en bajarse de ese barco ha sido, el domingo pasado, Jeff Bezos, uno de los hombres más ricos del mundo, el propietario de Amazon, pero también de The Washington Post, un periódico de solera en este país, y uno de los más influyentes, de tendencia liberal (en el sentido que este término tiene en la política norteamericana, es decir, demócrata) y alineado desde antiguo con la verdad de la política y con la política de la verdad. Uno tiende a pensar que el dinero les da valor, a las personas que tienen mucho, para hacer cosas osadas, emprender aventuras peligrosas, sean comerciales o de cualquier otra índole, o afrontar los azares de la política, al menos en países de tradición democrática, donde las leyes parecen funcionar razonablemente bien y, en teoría, son iguales para todos. Pero no, Bezos, como dueño que es del mencionado diario, ha vetado el editorial que ya tenía preparado el equipo de opinión del mismo y que debía haber salido el domingo pasado señalando su apoyo al partido demócrata y recomendando a sus lectores el voto para la Sra. Harris. Pues bien, Bezos decidió que el periódico debía mantenerse neutral en la contienda política y que no haría ninguna declaración oficial apoyando a ninguno de los dos candidatos.
Les traduzco con una metáfora de sobra conocida la posición de Bezos: las ratas abandonan el barco antes de que se hunda. Me refiero al barco de la causa demócrata. Aunque las ratas tienen su justificación para huir de un barco, cuando prevén su hundimiento, el Sr. Bezos, en cambio, no tiene ninguna, ya que él es el capitán del Washington Post. En este caso, es el capitán el que abandona el barco como una rata. La reacción de los usuarios del periódico ha sido airada y muchos han cancelado sus abonos al mismo. Pero eso a Bezos no le importa: ese cuarto de millón de suscripciones es para él como una viruta del chocolatito del loro. Ni le importan los suscriptores ni tampoco sus empleados: algunos de sus mejores columnistas han abandonado la cabecera. Lo que le importan son los miles de millones en potenciales contratos de la próxima administración que ocupe la Casa Blanca, y por su decisión parece quedar muy claro que él ya da por seguro que no será la Sra. Harris. Pero aun si al final se equivocara, y ganara Harris, tampoco le importa mucho, ya que ella juega con las reglas de la democracia y las respeta. Negarle, pues, a Harris el apoyo y el respaldo del Washington Post, incluso en un momento en que el destino del país se halla en una de sus más decisivas encrucijadas históricas, le sale gratis a Bezos. No tiene nada que perder con una futura administración de la Sra. Harris, porque la intención de esta señora es gobernar para todos, no para ajustar cuentas con sus enemigos personales ni con sus desafectos. Pero sí tendría mucho que perder en caso de que el expresidente naranja volviera a sentar sus adiposas posaderas en el Despacho Oval, porque este ya ha dicho por activa y por pasiva que usará todos los recursos de la administración del gobierno estadounidense para perseguir sin descanso y castigar con denuedo a todos los que no le bailan el agua.
Bezos ha querido justificarse en un artículo, aludiendo al desprestigio y a la falta de credibilidad de la prensa escrita tradicional entre la población estadounidense (una población, por cierto, que lee alarmantemente menos cada vez, y no hablo solo de los periódicos), causado según él por la falta de neutralidad política. (De hecho, muchos periódicos, han abandonado ya la práctica de respaldar a un candidato específico para las elecciones). El problema es que nadie se lo cree. Y con toda razón: el que los conservadores hayan celebrado por todo lo alto su decisión indica con meridiana claridad, para quien quiera mirar, que perciben la movida de Bezos como un espaldarazo para su candidato a las elecciones. Y con él ya van dos multimillonarios obscenamente ricos que se han subido al carro del presidenciable naranja, porque Elon Musk lleva semanas regalando millones entre la población de Pensilvania para que le voten a Trump. Vaya cuerda de payasos sinvergüenzas, por muy ricos que sean los tres. Para que se entienda bien mi posición: a mí me parece admirable el ideal de neutralidad de un periódico en la contienda política. La veracidad de las noticias, la integridad moral de los periodistas, la libertad de investigación, la opinión libre y no sometida a censuras de ningún tipo, deben ser las principales directrices que rijan la labor periodística. Si Bezos ansiaba esa neutralidad, bien podía haberla puesto en práctica con antelación. Por ejemplo, al principio del año electoral, o después de las primarias, cuando sendos candidatos recibieron la nominación de sus partidos, o al final del verano, cuando se dio el chupinazo de inicio de la campaña electoral. Pero no; Bezos esperó hasta la última semana antes de las elecciones para bajarse del barco demócrata. Es decir, cuando vio con toda claridad que la aguja del medidor de las encuestas se inclinaba insoslayablemente a favor de Trump. Eso es cálculo interesado, no imparcialidad.
Porque esta aparente declaración de imparcialidad —en sí
misma loable, si no fuera por las circunstancias y el momento elegido para
hacerla pública— equivale en realidad a un respaldo incondicional a la
candidatura de Trump. Y digo incondicional sin estar del todo seguro: tal vez
Bezos la ha negociado previamente y en secreto con el aparato del anterior
presidente, a manera de pacto de no agresión. No lo sé. Porque la movida era
simplemente impensable. Es como si el equipo de opinión política de la cadena
Fox decidiera mantenerse neutral y no pedir el voto para Trump. ¿Se lo pueden
imaginar? Yo tampoco. Pero si la bajada de pantalones de Bezos ha sido
incondicional, que es lo que yo creo, resulta bastante obvio que Bezos no
conoce bien a Trump. ¿Acaso piensa que le va a agradecer el gesto y a
favorecerlo con los contratos de su administración? No lo creo. Todo lo
contrario. Trump, de llegar de nuevo a la presidencia, aprovechará goloso la
ocasión para humillarlo de manera olímpica, igual o mucho más incluso que si Bezos
hubiera respaldado a su contrincante política a través del editorial del WaPo,
como le dicen aquí a ese periódico. Para expresarlo de otra manera: Bezos, pese
a ser súper riquísimo, es un cobarde y no tiene nada de “guapo”.
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