miércoles, 28 de febrero de 2024

Trump acaba de ganar las elecciones de noviembre

Mientras sus señorías togadas se han tomado meses en absurdas discusiones bizantinas sobre el sexo de los ángeles; es decir, sobre si Trump, como presidente que fue de los Estados Unidos de América, debe estar protegido de cualquier imputación o investigación criminal por el mero hecho de haber sido presidente; o, en otras palabras, sobre si Trump goza del privilegio de inmunidad absoluta, total y plenipotenciara frente cualquier acción penal contra él, y no tiene que rendir cuenta de ninguna de sus acciones como presidente del país (en este caso concreto, la de haber intentado un golpe de estado para seguir en el poder a pesar de haber perdido las elecciones, y con tal fin alentado una insurección que provocó muertos y heridos, además de un ataque salvaje al Capitolio por una horda de sus partidarios)... Pero me estoy complicando demasiado. Decía que mientras sus señorías discutían sobre el sexo de los ángeles, Trump ha aprovechado para robarnos la cartera a todos, que es lo que mejor sabe hacer. Hoy el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, después de un par de meses sin pronunciarse al respecto, ha decidido tomar cartas en el asunto ese (el del sexo de los ángeles) y ha emplazado a las partes para oír sus argumentos... el 22 de abril. Con esta decisión, Trump ya puede dar por ganadas las elecciones del próximo mes de noviembre. Este aplazamiento es clave porque, con independencia de lo que sus señorías decidan en último lugar (y lo más probable es que decidan conceder la inmunidad absoluta al anterior presidente) le abre a Trump, a corto plazo, una puerta por la que escabullirse de todas los juicios criminales emprendidos contra él por las autoridades judiciales federales. El aplazamiento lo libera, para empezar, de tener que presentarse en los juzgados y de sentarse en el banquillo de los acusados durante los próximos meses. En segundo lugar, le niega a los votantes la oportunidad de saber si Trump sería condenado o no por un jurado de los cargos que se le imputan. Y en tercer lugar... bueno, no creo que haya un tercer lugar. El Tribunal Supremo oirá los argumentos de las partes; luego se tomará unos meses para pensarlo; luego se irán de vacaciones de verano. Y después de las vacaciones, se lo seguirán pensando un poco. De hecho, no hay nada en el mundo que los obligue a pronunciarse ni antes ni después. Lo harán cuando ellos quieran. Por último, cuando el expresidente vuelva a ganar las elecciones, ya no tendrá mucha importancia lo que decidan, pero en cualquier caso le darán, me parece, la razón; el presidenbte tiene inmunidad absoluta para hacer lo que quiera mientras es presidente. O quizás digan lo contrario y le nieguen la razón, pero, para entonces, eso a Trump ya no le importará nada en absoluto. Como presidente puede nombrar a un ministro de justicia que ordene el cierre de todos los casos criminales que hay contra él. En un sistema ideado por caballeros ilustrados que han jurado por su honor seguir unas reglas decididas a finales del siglo XVIII, el canalla tiene todas las de ganar: no tiene escrúpulos que lo frenen, ni reglas o principios que seguir, ni honor al que atenerse. El tahúr ha trucado el juego, tiene todos los ases en la manga. Se los lleva a todos de calle, y arrambla con las fichas que están sobre el tapete mintras prorrumpe en una risotada. Sólo los americanos podrían pararlo en noviembre. Pero todo inclina a creer que no lo harán: muy pocos perciben la amenaza. Pero si su primer mandato acabó con un asalto al Capitolio, no quiero ni pensar en cómo podría acabar el segundo. Además, siempre hay que contar con el enorme apetito de autodestrucción que, en determinadas circunstancias, tienen a veces los países. El caso de la Venezuela de Chávez es el mejor ejmplo de ello. 

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