El caso del flamante congresista
George Santos, quien obtuvo un escaño en la Cámara Baja por el Estado de Nueva
York para el Partido Republicano en las elecciones de medio curso político del
pasado mes de noviembre, ejemplifica a las mil maravillas la situación actual
del partido conservador americano. Me refiero al grado de corrupción moral y
política en que se ha empantanado la derecha estadounidense desde su adopción
descabellada del trumpismo político. Santos me trae a las mientes la frase falsamente
atribuida a Groucho Marx de «estos son mis principios, y si no le gustan…
¡tengo otros!» Santos no tiene principios, claro está (no sería republicano si
los tuviera), pero tiene toda una baraja de biografías. Santos tiene tantas o más
vidas que los gatos. Santos es de los que dicen: «esta es mi biografía, y si no
le gusta… tengo otras muy diferentes». El hombre ha manipulado y «embellecido»
tanto su currículum que a lo mejor ya ni él mismo sabe quién es en realidad. Las
mentiras, las ha dicho de todos los colores: que ha estudiado en el Baruch College
de Nueva York y resulta que allí no lo vieron ni a la hora de comer; afirma
haber trabajado para Goldman Sachs, y ha resultado ser falso; ha dicho que es
judío y que sus familiares huyeron del holocausto nazi, y resulta que es más
católico que el papa y que por sus venas no corre ni una gota de sangre hebrea;
ha dicho que su madre murió en el atentado de las torres gemelas y resulta que la
pobre señora murió quince años después de ese infausto acontecimiento. El Santos
de ese currículo es un heterónimo que usa el mismo nombre que el ortónimo, pero
el problema es que no se sabe quién es el ortónimo, porque Santos ya anda
extraviado él mismo en su propia maraña de mentiras. Hace seis años, estos bulos
le habrían impedido tomar posesión de su escaño y sus colegas de partido habrían
pedido su renuncia inmediata, pero en la república bananera que ha hecho de los
Estados Unidos Donald el Naranjito, Santos no dimite; ni por el forro, vamos.
Yo lo ha dicho bien clarito. Y el meapilas de Kevin McCarthy necesita su voto
para que lo nombren a él Presidente de la Cámara Baja dentro de unos pocos
días. Así que están callados como putas, con perdón de estas. ¿Y quién le va a
tirar la primera piedra a Santos, después de todo? Ahí tienen a Donald, el
anterior presidente, que miente más que habla. Y si el mismísimo presidente de
los Estados Unidos no ha pagado nunca las facturas de sus trolas, ¿por qué las va a pagar
Santos ahora? La verdad no es que haya muerto del todo: sobrevive, en los días que
corren, en los Estados Unidos, como un producto de lujo, sofisticado y
sumamente escaso. Es tan rara que se ha vuelto un objeto casi para coleccionistas,
uno de esos objetos que se exponen en vitrinas para admiración de los visitantes,
como reliquias de otros tiempos ya para siempre idos.
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