jueves, 4 de febrero de 2021

El estropicio de América

Uno se pregunta cuándo de verdad se jodió este país. ¿Se jodió en estos últimos cuatro años o el mal viene de muy atrás? Yo diría que se trata de una combinación de las dos cosas. El mal viene de lejos, pero durante estos cuatro años pasados ha podido visualizarse con toda claridad la dimensión del estropicio. Siempre es difícil establecer un punto específico en el tiempo para indicar la falla, la quiebra, la brecha que marca el del fin de algo que era y el principio de lo que ese algo va a ser en lo sucesivo. Yo diría que la primera década del nuevo milenio marca con claridad ese cambio: el ataque a las Torres Gemelas, las estúpidas y ruinosas guerras que los republicanos organizaron en el Oriente Medio, y el comienzo de la Gran Recesión, también bajo un gobierno republicano, marcan el momento del hundimiento. Pero las cosas venían deteriorándose desde hacía mucho tiempo, con la desregulación bancaria, las quiebras del sistema educativo y judicial, y la corrupción del sistema político, en manos de las grandes corporaciones económicas. ¿Pero cómo que se jodió, tío? ¿De qué carajo estás hablando? Estados Unidos sigue siendo el país más poderoso del mundo, tanto económica como militarmente. Así que, no nos vengas con la cantinela de que el país se jodió. Todo lo contrario. Bueno, tal vez tengan razón los que eso piensen, pero, hombre, algo ha tenido que joderse en este país para que se quiera pasar pronto la página del golpe de estado fallido que se intentó el mes pasado, como si aquí no hubiera pasado nada, como si la cosa no revistiera importancia ninguna, para que la gente exija la destitución de los senadores que se atreven a exigir responsabilidades a quien corresponde exigírselas. 

miércoles, 3 de febrero de 2021

El cáncer que acabará con América

Todo parece indicar que los senadores republicanos volverán a perdonar a Trump. Esta vez el perdón le será otorgado por el intento de golpe de estado del 6 de enero pasado. Esto parece de risa, pero empezaron por perdonarle una mentira, por mirar para otro lado cuando apareció el video en que declaraba que un hombre como él a las mujeres las agarraba directamente del chocho, si se me permite la expresión, y ahora van a perdonarle la mortífera insurrección de principios de enero. Lo que empezó con una mentira, terminó con un intento de golpe de estado del que América se ha salvado de milagro, al menos de momento (y quién sabe hasta cuándo). Los legisladores republicanos se echaron las manos a la cabeza el primer día, pero enseguida empezaron a templar gaitas. Se dieron cuenta pronto de que la base trumpista, esos más de setenta millones de americanos que le votan a Trump llueva, truene o relampaguee, seguía tan fiel como siempre a su jefe de filas, y que éste puede lanzar a esa turba contra ellos, tanto literal como figuradamente. Las carreras políticas, y las carteras también, están en juego. Dentro del Partido Republicano, la indecencia, la avilantez y, para decirlo todo, la cobardía, han llegado ya a tales niveles que, lejos de pedirle cuentas al anterior presidente e inhabilitarlo, lo que están tratando es de inhabilitar a Liz Cheney y a los otros nueve colegas que se han atrevido a votar a favor de la reprobación de Trump por su golpe de estado fallido. La razón parece clara. Los republicanos sólo tienen dos alternativas delante: o limpiar el partido y extirpar el cáncer del trumpismo, o rendirse definitivamente a él. La metástatis ha invadido todo el tejido republicano. Extirpar ese cáncer, supondría su muerte política. No podrían ganar ninguna elección en el futuro avizorable. De hecho, ya no podrán volver a ganar de forma honesta, sin trampas. Esto es como las drogas. Entregaron el alma, o la vendieron por unos millones de votos, y ahora siguen necesitando las mentiras, la supresión del voto, y las teorías conspiratorias más delirantes para volver a ganar. El trumpismo no se va: la metástasis de esta política corrupta ha alcanzado también a la entera sociedad americana. Trump es el Hugo Chávez de América. Le bastaron cuatro años para convertir a los Estados Unidos en una república bananera.